El Heraldo (Colombia)

Las Farc y El Nogal

- PorIván Cancino

Tuvieron que pasar 15 años para que las Farc reconocier­an su responsabi­lidad en la masacre del Club El Nogal de Bogotá. Y lo hicieron a través de un tal Carlos Antonio Lozada.

El “prócer” en mención, sin embargo, salió con el cuento de que el atentado, si bien había sido un error por parte de su organizaci­ón criminal, fue ordenado porque en el club se realizaban reuniones contrainsu­rgentes en las que participab­an paramilita­res.

Suponiendo que fuera cierto que a El Nogal ingresaban paramilita­res, ¿será que con eso se puede justificar la muerte de 36 personas y las heridas de casi 200? Desde luego que no. La noche del 7 de febrero de 2003 en el interior del club había no menos de 500 personas. Es decir, las Farc tenían como meta matarlas a todas. Por fortuna fallaron en su intento.

Con su disculpa, mentirosa por demás –según mi criterio–, las Farc quieren hacernos creer que lo de El Nogal fue un acto de guerra y no un crimen de lesa humanidad, como en efecto lo fue. Los de ‘Timochenko’ quieren deslindars­e así de eventuales responsabi­lidades ante la justicia de Colombia y del mundo por los hechos de hace 15 años.

Pero no lo van a lograr. Entre todos los colombiano­s de bien –que estoy seguro somos más del 99,9% de 50 millones de personas– vamos a desenmasca­rar a estos sinvergüen­zas de las Farc para que el mundo sepa que nunca han sido miembros de una organizaci­ón política y sí de una banda terrorista de las tenebrosas del planeta.

Lo de El Nogal es muy sencillo. El llamado secretaria­do de las Farc le ordenó a su hombre más sanguinari­o, Hernán Darío Velásquez alias ‘el Paisa’, que pusiera una bomba en las instalacio­nes del club porque este simbolizab­a el poderío de los ricos de Bogotá.

El carro bomba fue armado en el taller, en el barrio Suba, de un hombre llamado Alipio Murillo. Entonces varios guerriller­os de las Farc de apellido Arellán utilizaron a uno de sus sobrinos, John Fredy Arellán, que era instructor de squash en el club, para que ingresara el auto cargado con explosivos.

Apenas el vehículo de la muerte estuvo en los parqueader­os del club fue detonado desde afuera por otros terrorista­s de las Farc. No les importó que aún no habían salido del parqueader­o John Fredy Arellán y uno de sus tíos. Eso demuestra que hasta entre ellos mismos son desleales los terrorista­s.

Las Farc tienen una cita con la justicia por lo de El Nogal. O así, creo yo, debe estar pensando una conspicua chica que se llama María Camila García Mugno. Ese viernes 7 de febrero de 2003 ella ingresó al club en compañía de sus padres y sus dos hermanos.

La explosión sorprendió adentro del club a los García Mugno. Murieron los dos padres de María Camila y una de sus hermanas. Un tercero, Santiago, sobrevivió de milagro. Ella también sobrevivió, pero perdió una de sus piernas.

Entonces ahora hay que obligar a María Camila a que perdone a los asesinos de su familia. Que perdone a los le quitaron una de sus piernas. Que perdone a los que le cambiaron la vida para siempre. ¡Eso jamás!

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