Cierra los ojos
En medio del ruido de la música callejera, el flujo incesante de rebaños de turistas y vehículos hacia zonas recreativas, la otrora considerada Semana Mayor adquiere hoy una connotación muy distinta a la de los días de oración y reflexión de nuestra infancia. Sin embargo, cada estación del tiempo trae consigo sus propias lecturas y este inicio de la Semana Santa nos ha conducido a las obras de Byung-Chul Han, un filósofo coreano, profesor universitario en Alemania, cuyos libros breves, contundentes y accesibles han alcanzado una divulgación extraordinaria.
Este pensador oriental se encuentra preocupado por la dispersión y fragmentación del tiempo que caracteriza a la vida contemporánea. En su libro El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, considera que el tiempo actual carece de un ritmo ordenador, de allí que pierda el compás. La crisis temporal de hoy no es causada por la aceleración. Aquello que en la actualidad experimentamos como aceleración es solo uno de los síntomas de la dispersión temporal. “El tiempo se escapa porque nada concluye, y todo, incluido uno mismo, se experimenta como efímero y fugaz”. Las prácticas sociales tales como la promesa, la fidelidad o el compromiso, todo lo que cree un lazo con el futuro y genere una duración, pierde importancia.
Byoung Chul Han nos recuerda que el calendario medieval no era un simple contar de los días. Estos eran parte de un tiempo de oración y de ocio y tenían su propio significado. Los días festivos tampoco eran solo días libres de trabajo. En ese calendario subyacía un relato en el que los días festivos construían estaciones narrativas. Los días son puntos fijos en el fluir del tiempo que lo anudan para que este no se escurra. Ellos dividen el tiempo, le dan ritmo y, en consecuencia, funcionan como los fragmentos de un relato que tiene un sentido.
En otro de sus ensayos ( Por favor cierra los ojos) Byung Chul Han nos recuerda que la masa de información acelerada y las imágenes digitales que hoy nos inundan ahogan el pensamiento y hacen difícil construir una memoria: un relato con sentido. Para alcanzar la subjetividad absoluta requerimos de un estado de silencio. Debemos cerrar los ojos, detenernos para contemplar el mundo y esto permite que la imagen hable en el silencio.
En la Semana Santa puede ser estimulante y coherente leer a este filósofo oriental que nos invita a valorar la vida contemplativa y el ocio que no debe entenderse como la inacción pasiva. Han considera que si el hombre pierde toda capacidad contemplativa se rebaja a ser un simple animal laborans, puesto que “la vida que se equipara al proceso de trabajo de las máquinas solo conoce pausas, entretiempos libres de trabajo que sirven para recuperarse del mismo, para poder ponerse otra vez a disposición del proceso de trabajo”. El ocio debe ser, según él, un estado desvinculado de cualquier preocupación, necesidad o impulso que permite que el hombre aparezca como hombre. El ocio brota de la necesidad de detenerse de manera contemplativa en la belleza.