Son icónicos
Dado que se cuentan entre sus principales edificaciones patrimoniales, en muchas ciudades es obligatorio visitar sus templos. En Barcelona, por ejemplo, la Sagrada Familia; igual Saint Patrick en Nueva York, o en París Notre Dame, o la Capilla Sixtina en Roma, forman parte del recorrido turístico para la foto constancia de haberlas visitado: si no fuiste, no estuviste.
Aunque la mayoría de sus habitantes no se haya enterado, en Barranquilla contamos con varios templos que merecerían tal distinción. Y no es extraño que no lo sepamos: solo hasta hace poco nos enteramos que tenemos el río Magdalena bajando raudo aquí al lado o que la Isla La Loma se ubica en el centro geométrico de la ciudad y apenas hoy nos estamos percibiendo de las maravillas del tajamar occidental y del potencial escénico de poder transitar sobre este con la visual de las aguas pardas del río a un lado y las azules del mar al otro, o que el Atlántico es un departamento casi peninsular por todas partes rodeado de agua, el mar, el Río, el Canal del Dique y las lagunas del Guájaro, de Luruaco, Tocagua y El Totumo, que sumadas las franjas de tierra entre ellas resulta una distancia menor que la que convierte en península a La Guajira. Son demasiadas las cosas que tenemos, de las que no nos apercibimos.
Con los templos nos pasa igual. Hace cinco años, con estupendas fotografías de Vivian Saad y excelentes e interesantes textos de Rodolfo Zambrano Moreno y aportes de Mauricio Múnera y Lázaro Cotes, se editó un recuento de nuestros principales y valiosos templos, muchos de ellos promovidos e impulsados por los sacerdotes Carlos Valiente, Pedro María Revollo y Fray Alfredo de Totana, construidos por congregaciones y por particulares. Pero la gente no se interesó o, peor, no se enteró.
Se destacan las tres primeras: la recientemente restaurada San Nicolás, primera parroquia desde 1747, con sus ojivales arcos neogóticos; San Roque, construida por la Comunidad Salesiana, segunda parroquia desde 1881, también neogótica y también recientemente restaurada y complementada con una plaza lateral; y la tercera, igual neogótica, Nuestra Señora del Rosario, de los Padres Capuchinos y las Hermanas de la Caridad, impulsada por el Padre Valiente. Creció la ciudad y surgieron otras: la del Sagrado Corazón, en el barrio Abajo; la neoclásica de San José, la de la Virgen de Chiquinquirá, la del Perpetuo Socorro, la de la Virgen del Carmen, la capilla del Colegio Biffi, la Inmaculada, la misma Catedral, sin contar las cercanas joyas de Soledad, Galapa y Puerto Colombia.
Hoy es Jueves Santo, primer día del Triduo Pascual, que la Iglesia, en conmemoración al nacimiento de la Eucaristía, propuso a cada parroquia se engalanara con alegorías a tan importante evento y la gente sale piadosa a lo que llamamos “visitar los Monumentos”. Sea la oportunidad de hacer un recorrido por nuestros templos, que son icónicos. Apreciarlos, apoyar la restauración de los deteriorados y –¿por qué no?– como en las grandes ciudades, instituirlos como gira turística.