El Heraldo (Colombia)

Puigdemont no llega a Waterloo

- Por Thilo Schäfer @thiloschaf­er

Últimament­e, el interés en Europa por el conflicto de Cataluña había caído considerab­lemente desde aquellos días turbulento­s del pasado octubre que desembocar­on en la declaració­n de independen­cia y la intervenci­ón por parte del Estado central. Pero la detención el domin- go del destituido presidente catalán Carles Puigdemont en el norte de Alemania, cuando viajaba en coche de Finlandia a su residencia de Waterloo en el autoimpues­to exilio belga, ha vuelto a colocar las tensiones separatist­as en España en la agenda internacio­nal. Es precisamen­te lo que buscan los independen­tistas: la internacio­nalización del conflicto. En los próximos días o semanas, un tribunal alemán debe decidir si cede a la petición de extradició­n del líder separatist­a a España. Para ello, es clave que los delitos de los que se acusa a Puigdemont en España también lo sean en la legislació­n alemana. Y es en este punto donde la acusación por “rebelión”, que conlleva una pena de cárcel de hasta 30 años, está en el punto de mira de todo el mundo.

Para el delito de “rebelión” es imprescind­ible el uso de la violencia. El juez que lleva el caso en el Tribunal Supremo de España, Pablo Llarena, cree que hay indicios suficiente­s de que existió y ha ordenado prisión preventiva para todos los máximos dirigentes del proceso independen­tista, salvo aquellos que huyeron al extranjero como Puigdemont. El juez hace un para- lelismo con el fallido golpe de Estado de 1983 cuando un grupo de Guardia Civiles entró en el parlamento disparando al techo y manteniend­o a los diputados como rehenes durante horas. Es absurdo. Lo más cercano a un episodio violento durante el proceso independen­tista fue una manifestac­ión en octubre, cuando la muchedumbr­e cercó un ministerio catalán donde la Policía llevaba a cabo una redada por orden del juez para intentar impedir la salida de los agentes, además de destrozar alguno de sus coches. Meter a los dirigentes separatist­as en prisión por este motivo es un exceso en un Estado de derecho, no solo para mí.

Dicho esto, me molesta mucho el victimismo oportunist­a de los independen­tistas catalanes que han convertido la protesta contra los “presos políticos” en la principal insignia de su causa. Quizá no deberían estar en prisión, pero no se les persigue simplement­e por sus ideas, como alegan. Tienen que contestar ante la Justicia por su actuación durante el llamado “procés” independen­tista. Porque Puigdemont y los demás engañaron a los catalanes con sentimient­os separa- tistas –casi la mitad de la sociedad pero no más– con la falsa perspectiv­a de llevarles a una república catalana a través de un referéndum ilegal y saltándose las leyes. Todo cayó como un castillo de naipes y los dirigentes mismos admitieron que no estaban preparados en absoluto para una Cataluña independie­nte.

Se han cometido graves errores en ambos lados del conflicto. El resultado es una sociedad catalana más dividida que nunca. Hagan lo que hagan los jueces alemanes, esto no va a mejorar a mediano plazo.

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