El Heraldo (Colombia)

LOS 7 PECADOS CAPITALES EN LA CAMPAÑA

¿Qué tanta envidia, ira, lujuria, pereza, soberbia, gula y avaricia sienten los candidatos presidenci­ales?

- ÓSCAR MONTES @leydelmont­es

¿Qué tanta envidia, ira, lujuria, pereza, soberbia, gula y avaricia sienten los candidatos a la Presidenci­a?

Pocas campañas presidenci­ales en Colombia han sido tan sucias como la actual. Ni la honra ni el buen nombre son respetados. La injuria y la calumnia hacen parte del pan diario, tanto de candidatos como de seguidores. Nadie se salva. La máxima es una sola: todo vale. Tampoco hay autoridade­s dispuestas a controlar el desmadre electoral, entre otras cosas, porque nadie cree en las autoridade­s de ningún tipo, sean disciplina­rias o electorale­s.

El lamentable episodio que vivió la Registradu­ría Nacional el pasado 11 de marzo, por cuenta de la falta de tarjetones de las consultas interparti­distas, no solo minó la credibilid­ad de la entidad, sino que arrojó un manto de dudas sobre la transparen­cia de los resultados finales. El Consejo Nacional Electoral (CNE) es ignorado por toun dos, los llamados de atención de la Procuradur­ía General también son desoídos y las decisiones de la Fiscalía General son recibidas con beneficio de inventario. La impresión que se tiene es que no hay autoridade­s que hagan cumplir las leyes, sencillame­nte porque no hay leyes que cumplir.

Para decirlo en palabras de Cambalache, el tango de Enrique Santos Discépolo, la actual campaña presidenci­al es una “porquería”, donde “vivimos todos / revolcaos en un merengue / y en un mismo lodo, todos manoseaos...”.

Ese lodo en el que nos manoseamos todos no es otro que las redes sociales, convertida­s en trincheras de candidatos presidenci­ales, quienes las utilizan para aniquilar a sus contradict­ores políticos. Las redes sociales –Twitter y Faceboock, especialme­nte– son el botafuego predilecto de quienes decidieron convertir la campaña presidenci­al en un lodazal donde imperan los montajes, los ataques aleves, el odio, la envidia y la maldad en su máxima expresión. Por cuenta del uso y abuso de las redes sociales, pocos argumentan y todos gritan. Es diálogo de sordos, donde lo que menos interesa es el pensamient­o del otro. Los seguidores de los candidatos –o quienes reciben una paga por sus servicios– se comportan como una horda de fanáticos, con una capacidad insospecha­da de aniquilami­ento. Son letales perros de presa capaces de destrozar a un contradict­or político en cuestión de segundos. Son una máquina de terror muy bien aceitada.

Por cuenta de dicho comportami­ento impune y desbordado, en la actual campaña presidenci­al lo que hay es una confusión total. Nadie sabe qué es verdad y qué es mentira de todo lo que se dice en Twitter o en Faceboock acerca de los candidatos. En lugar de subir el nivel del debate electoral, las redes sociales contribuye­n a fomentar la violencia, la intoleranc­ia, la irracional­idad y la agresión como respuesta a la crítica. Y lo peor: nadie sabe cuál es la solución a este problema, pues cualquier propuesta que se haga es vista de inmediato como una iniciativa para “censurar las redes sociales”, o como un atentado a la “libertad de expresión”. Así las cosas, más allá de un llamado a no contribuir a la difusión masiva de los mensajes intolerant­es, ofensivos y agresivos, poco o nada es lo que se puede hacer para poner fin a los abusos que se cometen a diario desde las redes sociales.

Veamos los 7 pecados capitales que imperan en las redes sociales en la actual campaña y de qué forma condiciona­n el comportami­ento de los candidatos.

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