LOS 7 PECADOS CAPITALES EN LA CAMPAÑA
¿Qué tanta envidia, ira, lujuria, pereza, soberbia, gula y avaricia sienten los candidatos presidenciales?
¿Qué tanta envidia, ira, lujuria, pereza, soberbia, gula y avaricia sienten los candidatos a la Presidencia?
Pocas campañas presidenciales en Colombia han sido tan sucias como la actual. Ni la honra ni el buen nombre son respetados. La injuria y la calumnia hacen parte del pan diario, tanto de candidatos como de seguidores. Nadie se salva. La máxima es una sola: todo vale. Tampoco hay autoridades dispuestas a controlar el desmadre electoral, entre otras cosas, porque nadie cree en las autoridades de ningún tipo, sean disciplinarias o electorales.
El lamentable episodio que vivió la Registraduría Nacional el pasado 11 de marzo, por cuenta de la falta de tarjetones de las consultas interpartidistas, no solo minó la credibilidad de la entidad, sino que arrojó un manto de dudas sobre la transparencia de los resultados finales. El Consejo Nacional Electoral (CNE) es ignorado por toun dos, los llamados de atención de la Procuraduría General también son desoídos y las decisiones de la Fiscalía General son recibidas con beneficio de inventario. La impresión que se tiene es que no hay autoridades que hagan cumplir las leyes, sencillamente porque no hay leyes que cumplir.
Para decirlo en palabras de Cambalache, el tango de Enrique Santos Discépolo, la actual campaña presidencial es una “porquería”, donde “vivimos todos / revolcaos en un merengue / y en un mismo lodo, todos manoseaos...”.
Ese lodo en el que nos manoseamos todos no es otro que las redes sociales, convertidas en trincheras de candidatos presidenciales, quienes las utilizan para aniquilar a sus contradictores políticos. Las redes sociales –Twitter y Faceboock, especialmente– son el botafuego predilecto de quienes decidieron convertir la campaña presidencial en un lodazal donde imperan los montajes, los ataques aleves, el odio, la envidia y la maldad en su máxima expresión. Por cuenta del uso y abuso de las redes sociales, pocos argumentan y todos gritan. Es diálogo de sordos, donde lo que menos interesa es el pensamiento del otro. Los seguidores de los candidatos –o quienes reciben una paga por sus servicios– se comportan como una horda de fanáticos, con una capacidad insospechada de aniquilamiento. Son letales perros de presa capaces de destrozar a un contradictor político en cuestión de segundos. Son una máquina de terror muy bien aceitada.
Por cuenta de dicho comportamiento impune y desbordado, en la actual campaña presidencial lo que hay es una confusión total. Nadie sabe qué es verdad y qué es mentira de todo lo que se dice en Twitter o en Faceboock acerca de los candidatos. En lugar de subir el nivel del debate electoral, las redes sociales contribuyen a fomentar la violencia, la intolerancia, la irracionalidad y la agresión como respuesta a la crítica. Y lo peor: nadie sabe cuál es la solución a este problema, pues cualquier propuesta que se haga es vista de inmediato como una iniciativa para “censurar las redes sociales”, o como un atentado a la “libertad de expresión”. Así las cosas, más allá de un llamado a no contribuir a la difusión masiva de los mensajes intolerantes, ofensivos y agresivos, poco o nada es lo que se puede hacer para poner fin a los abusos que se cometen a diario desde las redes sociales.
Veamos los 7 pecados capitales que imperan en las redes sociales en la actual campaña y de qué forma condicionan el comportamiento de los candidatos.