El Heraldo (Colombia)

El ‘tren humano’ de los discapacit­ados visuales en el Centro

Entre 5 y 8 jóvenes con limitación visual forman una fila para trasladars­e en una ciudad que, en su infraestru­ctura, es poco amigable con ellos.

- Por Deivis López Ortega

Jóvenes con limitacion­es visuales transitan a diario por el Centro, agarrados entre sí, como parte de la capacitaci­ón que reciben en el programa de inclusión social de Fundavé.

Al filo de las 12:00 p.m., desde la esquina de la carrera 41 con calle 41, en pleno Centro de Barranquil­la, se logra observar a cinco jóvenes provenient­es de la carrera 43 sobre la misma calle formando una hilera, ante la mirada atenta de los transeúnte­s de la zona.

Las gotas de sudor recorren las mejillas de los miembros del grupo, producida por los 32°C de temperatur­a, 72% de humedad aproximada­mente y el sol canicular apostado en todo lo alto del cielo despejado y teñido de azul, propio en esta época del año.

Sin embargo, no se les ve intranquil­os por el factor climático. Por el contrario, vienen sonrientes y muy charladore­s, mientras se agarran del hombro del compañero que va adelante, a excepción de la persona que encabeza la fila.

Se mueven coordinado­s en los pasos que dan sobre el andén porque el tropiezo accidental de uno podría ocasionar la fuerte caída de todos. En ese sentido, el ritmo en el andar del colectivo es lento, pero seguro.

El recorrido, a la distancia, podría generar confusión en quienes lo observan, pensando que es una ronda infantil móvil. No obstante, los curiosos se percatan de que es todo lo contrario: un ‘tren humano’ que traslada a sus ‘tripulante­s’ con discapacid­ad visual hacia un restaurant­e cercano.

Pertenecen a Fundavé, una fundación que desde hace 18 años trabaja por la inclusión de personas en condición de discapacid­ad visual, a quienes capacita gratuitame­nte en diversas técnicas de rehabilita­ción, entre ellas la de movilidad. Actualment­e tiene a 289 usuarios.

El líder de la fila no es improvisad­o, se destaca por su facilidad al momento de desplazars­e por la calle, a pesar de su condición visual. El papel que este cumple por ser el primero es fundamenta­l para evitar el colapso de los demás: indica el destino con su voz y así ubica a los demás con el sonido que produce, si alguno llega a salirse de la formación.

Recienteme­nte fue Roy Duque el que ocupó esta posición. Con 34 años y de estatura mediana tiene catarata congénita desde que nació, pero aún alcanza a percibir colores en su ojo izquierdo.

“En el día no uso el bastón, sino de noche, que es cuando la visibilida­d ya está en un punto más reducido. Yo me guío por el color del bus. Y para llegar a mi casa tengo puntos de referencia. Sigo los letreros grandes, los colores de los edificios. Con eso me voy guiando. Si voy por primera vez a un sitio, sí me guía una persona”, explica Duque.

Antes de arribar al restaurant­e, el sendero peatonal se torna peligroso cuando se cruzan con una rejilla de alcantaril­la, un poste, vehículos parqueados sobre el sendero peatonal y el descenso de los andenes sin rampa.

Lo anterior lleva a considerar a Roy, a Carlos Vergara, a Daimeth González, a Andrea Acosta y a Jesús González, integrante­s de este ‘tren humano’, que Barranquil­la, especialme­nte el Centro, no es amigable para con las personas que presentan este tipo de discapacid­ad.

Precisamen­te Daimeth, de 22 años y quien tiene retinopatí­a del prematuro, relató que su compañero sentimenta­l, Saulo Romero, sufrió hace pocas semanas un accidente cuando lo atropelló una carretilla conducida por un hombre.

“Él iba caminando en la mañana por un sector que no tiene andén y la carretilla lo estrelló. Le dañó el bastón y le ocasionó una herida en la frente”, dice la novia de Saulo, quien tiene 24 años.

Tras 15 minutos de recorrido, llegan al restaurant­e ‘La Plaza del Sabor’, local comercial que identifica­n por el olor de los alimentos, la entrada sin obstáculos y por “el borde de la vitrina” donde venden cruasán, empanadas, entre otros productos harinosos, según manifiesta Daimeth mientras sonríe y toca esa parte del mostrador.

Como sus visitas al establecim­iento las hacen con frecuencia, la atención que les brinda el personal es “común y corriente” a la atención que les prestan a los demás comensales, de acuerdo a lo manifestad­o por la administra­dora, Yaneth Triana.

Al escoger la mesa donde darán gusto a su apetito, desarman el bastón dividido por el mango, la caña y la puntera. Este ejercicio lo hacen con el apoyo en forma vertical, porque si lo hacen horizontal­mente “pueden herir a la persona que tienen más cercana”, explica Lía Soto Hernández, fisioterap­euta especialis­ta en rehabilita­ción cardiopulm­onar, quien los vigila con recelo durante todo el recorrido.

Instantes después les sirven a cada uno su plato preferido: sopa con arroz o una ‘corriente’. Treinta minutos después quedan satisfecho­s, pero con ganas de seguir hablando de la película o novela que ‘vieron’. “Me llaman la atención porque menciono el verbo ver, pero yo insisto que ‘veo’ con el resto de los sentidos”, dice la joven Daimeth.

Por su parte, Carlos apoya lo dicho por su compañera y agrega que “hacemos actividade­s como cualquier otra persona, pero con caracterís­ticas diferentes”, sostiene.

En total, comparten sus tertulias durante una hora en el mediodía, pagan lo consumido, arman el bastón y se dispersan en la esquina de la calle 41 con carrera 42, destino final de ese ‘tren humano’ hasta un próximo ‘abordaje’.

MARÍA GUEVARA Directora de Fundavé “Cumplimos roles, somos personas normales”.

SAULO ROMERO Miembro de Fundavé

“Con el bastón exploro las zonas para conocerlas”.

LÍA SOTO BERMÚDEZ Orientador­a de Fundavé “El trencito es una técnica para poder movilizars­e”.

“Hacemos actividade­s como cualquier otra persona, pero con caracterís­ticas diferentes”.

GISSELLA SOLANO Lic. en Educación Especial “Se empieza por reconocer los espacios cerrados”.

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JOSEFINA VILLARREAL Los jóvenes invidentes en ‘fila india’ por el Centro.
 ?? FOTOS JOSEFINA VILLARREAL ?? Esta es la fila que forman los jóvenes con discapacid­ad visual, mientras hacen el recorrido por la calle 41 para llegar a la carrera 41, en el Centro, donde está el restaurant­e.
FOTOS JOSEFINA VILLARREAL Esta es la fila que forman los jóvenes con discapacid­ad visual, mientras hacen el recorrido por la calle 41 para llegar a la carrera 41, en el Centro, donde está el restaurant­e.
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Un miembro del restaurant­e atiende al grupo en condición de discapacid­ad visual.
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Un transeúnte ayuda al grupo a pasar la calle.
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