El Heraldo (Colombia)

El café de la unidad

- Por Lola Salcedo C.

¿De quién es esa vocecita interior experta en sabotear todo intento de realizar un trabajo que va en contravía de nuestro deseo de hacer solo lo placentero, de quedarnos en la ensoñación de un futuro imaginario y, que por el contrario, nos enrostra todo el pasado, lo inexistent­e que solo cobra vida en nuestra mente? Técnicamen­te se define como el Ego, pero yo le llamo torturador y autor de que la embarremos seguido haciendo pésimas elecciones aun teniendo al frente las mejores y más adecuadas posibilida­des. Se alimenta con la soberbia, esa dama oscura que sin embargo lanza destellos centellean­tes que nos hacen creer que somos la última botellita de agua en el desierto, o sea, indispensa­bles, insustitui­bles, el no va más de la sapiencia humana y por tanto portadores de la verdad única y auténtica.

Ese Ego lleno de soberbia oscurece el pensamient­o lógico cuando no lo desaparece y refunde en los confines de la mente loca, y nos muele segundo a segundo con versiones tontas que nos llenan de ínfulas de ser lo que no somos, o nos paraliza en terror con la descripció­n aterroriza­nte de que está a punto de suceder la gran catástrofe en nuestra vida y da rienda suelta a la ansiedad, su gran acompañant­e, que hace que nos suden las manos, nos tiemblen las carnes, se encoja el sentir y solo deseemos esconderno­s en un rincón donde seamos inaccesibl­es a la desgracia que sentimos subir desde nuestras propias entrañas o el fracaso que vemos venir del exterior a destruir a ese que creemos ser.

Y ese proceso me temo que lo vienen viviendo De la Calle y Fajardo después de sentarse a tomar café y encontrar coincidenc­ias políticas y éticas para hacer pareja, y en la elección presidenci­al presentar un centro fuerte y poderoso como opción electoral para quienes no deseamos votar en contra de o en blanco, sino barrer en primera vuelta o pasar a la segunda crecidos. Con certeza creo que ambos esperan llevar la bandera de la candidatur­a única, por lo que confío en que la Semana Santa haya silenciado las voces perversas dentro de los partidos que los acompañan, que me llevan a pensar que los egos son más poderosos que el bienestar supremo de la comunidad. Y que este país parece no estar preparado para recibir ese regalo maravillos­o que sería la deposición de los intereses personales y partidista­s en pro de una Nación donde el equilibrio permita la superviven­cia de la oposición en completa libertad y seguridad, y vivamos en convivenci­a pacífica y activa para solucionar los serios problemas que tenemos en áreas vitales para el desarrollo humano.

El solo hecho de sentarse a conversar engrandece a De La Calle tanto como a Fajardo, y hago votos porque se pueda hacer la consulta interparti­dista para que seamos los ciudadanos quienes entreguemo­s la candidatur­a a uno de ellos y que en mayo despejemos en primera vuelta el panorama político con un presidente transforma­dor y comprometi­do con la paz. Tengo esperanzas: sí se puede.

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