El café de la unidad
¿De quién es esa vocecita interior experta en sabotear todo intento de realizar un trabajo que va en contravía de nuestro deseo de hacer solo lo placentero, de quedarnos en la ensoñación de un futuro imaginario y, que por el contrario, nos enrostra todo el pasado, lo inexistente que solo cobra vida en nuestra mente? Técnicamente se define como el Ego, pero yo le llamo torturador y autor de que la embarremos seguido haciendo pésimas elecciones aun teniendo al frente las mejores y más adecuadas posibilidades. Se alimenta con la soberbia, esa dama oscura que sin embargo lanza destellos centelleantes que nos hacen creer que somos la última botellita de agua en el desierto, o sea, indispensables, insustituibles, el no va más de la sapiencia humana y por tanto portadores de la verdad única y auténtica.
Ese Ego lleno de soberbia oscurece el pensamiento lógico cuando no lo desaparece y refunde en los confines de la mente loca, y nos muele segundo a segundo con versiones tontas que nos llenan de ínfulas de ser lo que no somos, o nos paraliza en terror con la descripción aterrorizante de que está a punto de suceder la gran catástrofe en nuestra vida y da rienda suelta a la ansiedad, su gran acompañante, que hace que nos suden las manos, nos tiemblen las carnes, se encoja el sentir y solo deseemos escondernos en un rincón donde seamos inaccesibles a la desgracia que sentimos subir desde nuestras propias entrañas o el fracaso que vemos venir del exterior a destruir a ese que creemos ser.
Y ese proceso me temo que lo vienen viviendo De la Calle y Fajardo después de sentarse a tomar café y encontrar coincidencias políticas y éticas para hacer pareja, y en la elección presidencial presentar un centro fuerte y poderoso como opción electoral para quienes no deseamos votar en contra de o en blanco, sino barrer en primera vuelta o pasar a la segunda crecidos. Con certeza creo que ambos esperan llevar la bandera de la candidatura única, por lo que confío en que la Semana Santa haya silenciado las voces perversas dentro de los partidos que los acompañan, que me llevan a pensar que los egos son más poderosos que el bienestar supremo de la comunidad. Y que este país parece no estar preparado para recibir ese regalo maravilloso que sería la deposición de los intereses personales y partidistas en pro de una Nación donde el equilibrio permita la supervivencia de la oposición en completa libertad y seguridad, y vivamos en convivencia pacífica y activa para solucionar los serios problemas que tenemos en áreas vitales para el desarrollo humano.
El solo hecho de sentarse a conversar engrandece a De La Calle tanto como a Fajardo, y hago votos porque se pueda hacer la consulta interpartidista para que seamos los ciudadanos quienes entreguemos la candidatura a uno de ellos y que en mayo despejemos en primera vuelta el panorama político con un presidente transformador y comprometido con la paz. Tengo esperanzas: sí se puede.