El Heraldo (Colombia)

“Fue una pesadilla, había candela por todos lados”

Animales fueron las víctimas mortales de la conflagrac­ión ➲ Alcaldía empezó entrega de materiales para reconstruc­ción de las casas.

- Por Lorayne Solano Naizzir

Siete niños están sentados en círculo hablando duro: hacen gestos con las manos y se ríen; una mujer los acompaña y en sus piernas tiene cargado a uno más pequeño, que se los queda viendo atónito. Saben que la madrugada del domingo se quedaron sin casa por una conflagrac­ión que consumió nueve viviendas en el sector La 40, del barrio Siete de Abril, pero no dejan de sonreír.

Ellos hacen parte de las 30 familias que fueron reubicadas en un albergue de Unidad de Vida que hay para la tercera edad en el mismo barrio. En el lugar, unas sillas plásticas regadas les sirven a unos, mientras otros se sientan en el piso de concreto y algunos duermen en unas colchoneta­s donadas. El olor es fuerte y se respira desasosieg­o, no por parte de los niños, que siguen “echando cuentos” y hablando de cómo vivieron el siniestro, sino de los adultos, que no han podido “pegar el ojo” por la preocupaci­ón de cómo van a vivir.

“He tenido pesadillas. Anoche casi no dormí porque recordaba las llamas. Cerraba los ojos y veía todo en candela. Yo lo viví peor porque casi me quemo”, dice una menor, de 13 años, con los ojos bien abiertos y sonrisa amplia, mientras explica que a su familia se le olvidó despertarl­a por la desesperac­ión. “Ellos salieron corriendo y no me dijeron. Yo me desperté porque sentí el calor y el olor a quemado”.

Sus vecinitos asienten y la apoyan en la versión. “Yo también sentí el fogaje, estaba fuerte. Mi mamá me cogió del brazo y salió corriendo con nosotros, mi hermanito se quedó llorando porque se le quemaron los cuadernos y el uniforme y él tenía que ir al colegio”, agrega otro de los niños.

A la vuelta de allí, Helena Suárez habla frente a lo que quedó de su casa. “La mía estaba justo ahí y no quedó nada. Todo se consumió”, expresa. Sus ojos están transparen­tes y en su cabeza, según dice, solo hay preguntas. “¿Qué hace uno cuando lo pierde todo? Ahí vivíamos cuatro familias. Anoche nos fuimos a dormir donde una hermana de mi mamá, pero no es igual que dormir en la casa de uno”.

Cuenta que ese momento fue como un mal sueño del que pensó despertars­e, pero que la realidad le ardió en la cara. “Mira, las llamas llegaban hasta allá arriba y nosotros no sabíamos qué hacer. Salimos corriendo, la gente gritaba, gracias a Dios nos dimos cuenta, porque nos hubiésemos quemado toditos. Del susto mi hijo menor salió corriendo y yo no lo encontraba, esa fue otra tortura para mí”.

De acuerdo con Helena, Yajaira Martínez, la mujer que provocó la conflagrac­ión luego de quemar un colchón en su casa, “es mala vecina”. “Esa señora había tenido varios problemas por aquí, peleaba con los vecinos, a veces amenazaba, tiraba puyas, sátiras”. Según los testigos, el incen- dio habría sido producto de una discusión que tuvo con su hija de 16 años.

“Yo estaba despierta por la bulla que tenían, estaban discutiend­o fuerte. En mi cuarto se escucha todo porque las casas están pegadas: la mamá le decía a la hija que si se iba, se las iba a pagar, que se atuviera a las consecuenc­ias. Por aquí todos sabemos que ella la obligó a meterse con un hombre mayor, uno que maneja un bus, pero ella el domingo se había ido con un pelao. A ella le han echado al Bienestar Familiar varias veces, más que todo porque maltrataba al hijo de 14 años. A él se le partió la mano y nunca lo llevó a un control, perdió la movilidad”, señala Lilia Orozco, una de las damnificad­as.

En febrero, esta joven de 21 años unió a los habitantes de La 40 en un ambiente de fiesta, jolgorio y Carnaval, porque representó a Siete de Abril en el reinado popular. “Siempre he querido dejar en alto el nombre de mi barrio, lo han abandonado y es un sector muy importante de Barranquil­la: un siete de abril fue elevada a villa. Hoy estoy muy triste por lo que pasó, en mi casa se quemaron muchos recuerdos de mi carnaval: la corona, los trajes, todo. Yo solo quedé con la pijama que tenía puesta, todo lo perdimos”.

La noche del lunes la pasó en casa de una tía, junto con sus hermanos y primos, tratando de sobreponer­se del susto que vivió. “Uno cree que nunca va a vivir algo así, pero es muy fuerte perderlo todo. En ese momento la madera traqueaba y todo se consumía en cuestión de segundos”, recuerda la joven, que se graduó en el Sena como técnica laboral en call center. “Hoy era mi primer día de clase en gerencia bancaria por la beca que me gané en el reinado, pero no pude asistir, voy a esperar que esto se solucione para comenzar”, afirma.

Fueron 30 las familias afectadas por el incendio, las que hoy quieren reconstrui­r sus hogares. “Esto pasó, es triste, pero tenemos que salir adelante y buscar la forma. Ella debe pagar, por eso varias personas de acá la denunciaro­n ante la Fiscalía, porque por un arranque de rabia ocasionó un daño enorme”, dice uno de los damnificad­os.

PÉRDIDAS ANIMALES. Las víctimas mortales de la conflagrac­ión fueron los animales de las viviendas calcinadas. Según la comunidad, cuatro perros, dos cerdos, algunas aves y gatos perdieron la vida por las llamas.

“Mis perros no se pudieron salvar del incendio”. DAMNIFICAD­A

AYUDA DE LA ALCALDÍA. Funcionari­os de la Oficina de Gestión de Riesgo hicieron entrega de mercados y materiales para la reconstruc­ción de las viviendas.

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JOHNNY OLIVARES Así quedaron las viviendas que fueron consumidas por el incendio en La 40.
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Algunos de los niños que fueron reubicados.
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Lilia Orozco, reina popular.

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