El debate presidencial que viene
Apesar del peso de las maquinarias políticas y la mermelada, esta última escasa ante el hueco fiscal y al no haber un candidato ‘patrocinado’ desde el Gobierno, sin duda las decisiones de los colombianos se verán influenciadas por la participación de los candidatos presidenciales en los debates. En las elec- ciones presidenciales la experiencia indica que estas son un poco más libres en esta democracia limitada que tenemos. La gente ya le cumplió a los caciques, ya estos se eligieron y el rol de la opinión pública se vuelve crucial. De ahí la importancia de este debate presidencial del 5 de abril en Uninorte.
Sin duda nuestro país requiere ajustes institucionales. Prefiero llamarle ajustes porque el término “cambio” institucional resulta muy pomposo pero poco efectivo. En la escuela institucionalista Vebleniana se considera que la sociedad humana siempre tiene que estar haciendo ajustes, resolviendo problemas entre los desajustes que exige la realidad y el cambio tecnológico, con los requerimientos del bienestar colectivo. Cuando los desajustes son demasiado profundos sobrevienen las revoluciones, las cuales no se dan todos los días y a veces nos llevan a situaciones terribles. Theda Skocpol ha sido la analista más profunda de las revoluciones en su libro States and Social Revolutions. En Colombia no estamos en esa coyuntura. Hasta las guerrillas ya lo han entendido así ante los anuncios de un posible cese del fuego indefinido con el Eln.
Pero los ajustes institucionales pueden ser progresivos o regresivos. Son regresivos si aumentan la concentración del poder político y económico. Se oyen propuestas de rebajarles los impuestos a las empresas sin subírselos a las personas más ricas, así como negarse a las políticas de redistribución de tierras ociosas. Se habla de modificar en forma peligrosa los acuerdos de paz, lo cual nos puede devolver al camino del conflicto armado. Se propone hacer reformas a la justicia que supriman la tutela, al acabar con la Corte Constitucional que tanto le ha servido a los colombianos. Se esgrime no hacer nada porque en nuestra sociedad haya más igualdad y revisar los subsidios a los más pobres, sin eliminar las exenciones a los más ricos o concederles más estímulos inversionistas.
Los ajustes pueden ser progresivos si amplían y fortalecen nuestra limitada democracia impulsando una verdadera reforma política. Si se apoya la financiación de las universidades públicas y se fortalecen los procesos de innovación en ciencia y tecnología con más recursos y gestión, si fortalecemos la educación con calidad y presupuesto a todos los niveles. Lo serán si las políticas fomentan el desarrollo productivo de nuestra industria y agroindustria, así como la producción campesina, preparándonos para enfrentar los vientos proteccionistas del Norte. Serán progresivos si las políticas protegen nuestro medio ambiente, sin caer en el ambientalismo excesivo, pero previniendo el peligroso uso del fracking. La tragedia ambiental del Campo Lizama debe servirnos de advertencia, pues no podemos ni con las explotaciones tradicionales. En fin, en este debate escuchemos, analicemos, dejemos las pasiones y escojamos el mejor camino posible.