¿La historia se repite?
Muchos países han adquirido, de Rusia y otras naciones, los más modernos mortíferos armamentos de aire, mar y tierra, dotados de la más avanzada tecnología.
¡No habrá nunca guerra! Aseguró el Primer Ministro al pueblo inglés, y una semana después los ejércitos nazis invadieron a Polonia. Allí se dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial, con la larga cadena de invasiones: Rumania, Hungría, Checoslovaquia, los Países Bajos, Norte de África… y, de esta manera, seguir imparable en su prodigiosa trayectoria de convertir a Europa en un solo predio del imperio alemán.
Los ingleses se durmieron, y también se confiaron, después de un recorrido de tensión entre las potencias que duró años antes de que estallara el primer ataque. Pensaron que las intenciones bélicas de Hitler no serían reales, pero por el contrario el bombardeo a Wielun, ciudad polaca, destruyó el 75% de la región dejando muertos a civiles y militares por igual.
En Colombia, el incremento del potencial armado tiene carácter circunstancial. Es la respuesta inevitable ante un agudo problema local con repercusiones hemisféricas, el narcotráfico y su amplio espectro expansionista.
Colombia posee partes sensibles de su territorio que debe cuidar y prevenir tales como la Península de La Guajira, frente a Paraguachón, y también la entrada por Arauca, Cúcuta, y por el mar de San Andrés y Providencia.
En algún momento Colombia necesitaría recurrir al avance aéreo y marítimo, misiles y antimisiles, submarinos y acorazados, aviones de combate ultrasónicos, balística antitanques y demás materiales de guerra, para defender su soberanía.
Así está escrito en el artículo 217 de la Constitución Política de Colombia (1991): “La nación tendrá para su defensa unas Fuerzas Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. De este artículo se desprende que la misión constitucional de las Fuerzas Militares es la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional”.
Cavar trincheras en las fronteras para la protección de nuestros soldados y cómo defenderse de los bombardeos, en caso de guerra, son algunas de las estrategias que se deben seguir para proteger nuestro territorio.
Existen también otras tácticas de guerra que nuestros oficiales deben recordar, tales como destruirles los pozos de petróleo y bombardear los puntos clave de sus edificios gubernamentales.
¿Acaso ya tenemos protección de la Casa de Nariño?, ¿del Capitolio?, ¿de nuestras bases militares?, ¿de nuestros puertos, aeropuertos y de nuestras ciudades?
¿Podríamos dormir tranquilos, dejando la puerta franqueada para la entrada del Caballo de Troya, seguidos de los bárbaros de Atila?
Nota final: las opiniones de este escrito son hipotéticas. No deben tenerse en cuenta porque las relaciones de Colombia con todos los países del mundo, en la actualidad, se encuentran en óptimas condiciones de amistad y de intercambio comercial.