Tierra Santa

En la Semana Santa que acaba de terminar tuve oportunidad de estar en Tierra Santa. Pero, perdón, es necesario que aclare esta afirmación porque muchos pensarán que me ausenté del país, para ir a visitar la llamada Tierra Santa, conjunto de sitios donde principió el cristianismo. Pero no, sencillamente aceptando la invitación de alguna familia amiga, me fui con mi señora a Riohacha, donde existe un centro comercial que se distingue por este nombre.

Dentro de los almacenes que allí se pueden visitar, existe uno cuyo nombre no recuerdo, dedicado exclusivamente al comercio de ropa. Lo menciono porque allí me sucedió algo que agilizó mi mente, para poder hoy expresar, por escrito, lo que hace mucho tiempo no me había atrevido a decir.

Soy enemigo de visitar almacenes, sobre todo de ropa. Si lo hago es sencillamente por acompañar a mi señora, aunque en esta oportunidad hubiera podido ir sola, con sus amigas.

Por fortuna en este almacén encontré algo que no había visto en otro. Unos sofás alrededor de una mesa, destinados, me imagino, para las personas que solamente van acompañando a las que van de compras. Allí nos fuimos a sentar mi amigo EGK y yo junto a otro hombre con cara del mismo aburrimiento. Para mi sorpresa nos ofrecieron un tinto, cosa que nunca me había sucedido en otro almacén de ropa, y fuera de esto, sobre la mesa vi unas revistas donde pensé encontrar sudokus o crucigramas, desafortunadamente eran solo de modas.

De todos modos que sea esta la oportunidad de agradecer a los dueños del almacén el café que nos brindaron y hacerles la sugerencia de incluir dentro de las revistas algunas que contengan pasatiempos que sirvan de ocupación a los hombres que allí se sientan sencillamente a esperar.

Carlos A. Hernández García