Rostro de ciudad
Todos tenemos valores. Unos determinan el comportamiento y afectan las decisiones que tomamos a diario: cómo enfrentar la vida, cómo relacionarnos con el otro y con nuestro entorno; explican lo que realmente importa. La conducta de cualquiera dentro de un medio lleno de relaciones apunta al acervo de ideas y sentimientos determinados no solo por la genética sino por las relaciones e intereses interpersonales.
El otro tipo de valores, que se aplica a un grupo social, los llamados valores culturales, que están en ‘cuidados intensivos’ en la Arenosa, son los que más preocupan porque ayudan a generar sentido de pertenencia, arraigo a las costumbres y tradiciones de toda una vida. Si no, pensemos en La Tiendecita, el barrio El Prado y Bellavista, entre otros, sitios entrañables para la ciudad; estos últimos tenían en cuenta el espacio público, las avenidas grandes y las casas con jardines para una ventilación natural.
La Puerta de Oro de Colombia, antes de ser considerada la Casa de la Selección, fue pionera en la aviación y la radio, ahora es cuna de figuras nacionales y eventos sobresalientes en la música, el deporte, la actuación, la literatura, el quehacer cultural; también se destacaba en el país, gracias a la huella histórica que dejó su arquitectura.
Actualmente, en el mundo existe la preocupación de muchas naciones de proteger el legado que van dejando sus generaciones. El afán de desarrollo urbano acalla muchas veces las voces conservacionistas, y las edificaciones de historia, y a menudo el acervo cultural, quedan solo en registros fotográficos.
Vemos que Barranquilla le está apostando a nuevas construcciones y cambios en su infraestructura. Sería bueno revisar si estas novedades le generarán una ‘nueva identidad’ al núcleo urbano de la manera en la que lo consiguió la influencia extranjera en el siglo pasado, que llegó a su puerto para plantar en sus suelos costumbres de todos los continentes. Parte de la cultura barranquillera ha sido renovada, al igual que algunas edificaciones, demolidas estas para dar paso al ‘progreso’ de ciudad, desdibujándose de alguna manera su identidad.
Los grandes íconos de nuestra cultura ‘todavía’: Teatro Amira de la Rosa, Bellas Artes, Museo del Caribe, Museo de Antropología de Uniatlántico, Museo Romántico y otros que se me escapan, en serios problemas por falta de dinero o abandono, dispararon las alarmas para que las estrategias gubernamentales salven las instituciones que por años han albergado el quehacer cultural de la ciudad. No podemos pasar inadvertidos en la realización de eventos culturales nacionales o internacionales por carecer de espacios adecuados para realizarlos.
La herencia del pasado, la salvaguarda de su memoria histórica y el auge cultural que viene creciendo debe redefinir el rostro de una ciudad con espacios que permitan recuperar esos íconos por el bien de Barranquilla, el Departamento y la Región Caribe.