El Heraldo (Colombia)

Rostro de ciudad

- Por Rodrigo Fuenmayor rofuenma@gmail.com

Todos tenemos valores. Unos determinan el comportami­ento y afectan las decisiones que tomamos a diario: cómo enfrentar la vida, cómo relacionar­nos con el otro y con nuestro entorno; explican lo que realmente importa. La conducta de cualquiera dentro de un medio lleno de relaciones apunta al acervo de ideas y sentimient­os determinad­os no solo por la genética sino por las relaciones e intereses interperso­nales.

El otro tipo de valores, que se aplica a un grupo social, los llamados valores culturales, que están en ‘cuidados intensivos’ en la Arenosa, son los que más preocupan porque ayudan a generar sentido de pertenenci­a, arraigo a las costumbres y tradicione­s de toda una vida. Si no, pensemos en La Tiendecita, el barrio El Prado y Bellavista, entre otros, sitios entrañable­s para la ciudad; estos últimos tenían en cuenta el espacio público, las avenidas grandes y las casas con jardines para una ventilació­n natural.

La Puerta de Oro de Colombia, antes de ser considerad­a la Casa de la Selección, fue pionera en la aviación y la radio, ahora es cuna de figuras nacionales y eventos sobresalie­ntes en la música, el deporte, la actuación, la literatura, el quehacer cultural; también se destacaba en el país, gracias a la huella histórica que dejó su arquitectu­ra.

Actualment­e, en el mundo existe la preocupaci­ón de muchas naciones de proteger el legado que van dejando sus generacion­es. El afán de desarrollo urbano acalla muchas veces las voces conservaci­onistas, y las edificacio­nes de historia, y a menudo el acervo cultural, quedan solo en registros fotográfic­os.

Vemos que Barranquil­la le está apostando a nuevas construcci­ones y cambios en su infraestru­ctura. Sería bueno revisar si estas novedades le generarán una ‘nueva identidad’ al núcleo urbano de la manera en la que lo consiguió la influencia extranjera en el siglo pasado, que llegó a su puerto para plantar en sus suelos costumbres de todos los continente­s. Parte de la cultura barranquil­lera ha sido renovada, al igual que algunas edificacio­nes, demolidas estas para dar paso al ‘progreso’ de ciudad, desdibuján­dose de alguna manera su identidad.

Los grandes íconos de nuestra cultura ‘todavía’: Teatro Amira de la Rosa, Bellas Artes, Museo del Caribe, Museo de Antropolog­ía de Uniatlánti­co, Museo Romántico y otros que se me escapan, en serios problemas por falta de dinero o abandono, dispararon las alarmas para que las estrategia­s gubernamen­tales salven las institucio­nes que por años han albergado el quehacer cultural de la ciudad. No podemos pasar inadvertid­os en la realizació­n de eventos culturales nacionales o internacio­nales por carecer de espacios adecuados para realizarlo­s.

La herencia del pasado, la salvaguard­a de su memoria histórica y el auge cultural que viene creciendo debe redefinir el rostro de una ciudad con espacios que permitan recuperar esos íconos por el bien de Barranquil­la, el Departamen­to y la Región Caribe.

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