Las cirugías de garaje
El caso de la joven venezolana que se debate entre la vida y la muerte por culpa de un procedimiento estético casero vuelve a poner sobre el tapete el tema de la falta de controles efectivos contra esta práctica.
Un procedimiento estético casero, aumento de glúteos, tiene en estado crítico a la joven venezolana María Esther Petit Brito, de 21 años, quien se había mudado a Barranquilla, como miles de sus compatriotas, en busca de un “mejor futuro”. A causa de esta intervención, que no cumplió con los mínimos requisitos quirúrgicos y por la que pagó $300.000 a una transgénero, la mujer sufre serias complicaciones en un riñón, por lo que se encuentra internada en la UCI del Hospital Barranquilla desde hace 15 días. El parte médico no es alentador, y en caso de salvarse podría verse obligada a tratarse con diálisis el resto de su vida.
A María Esther le inyectaron en los glúteos litro y medio de silicona líquida, lo que le produjo la grave complicación que la mantiene en estado crítico. La persona que hizo el procedimiento se comunicaba con ella a través de un
chat de Whatsapp en el que se identificaba como ‘Solo pompi’, y el mismo día que atendió a la joven venezolana habría realizado otras ocho intervenciones del mismo estilo, según la familia de la víctima. No es una historia nueva, pero a pesar de las campañas de prevención y de las recomendaciones de las autoridades, muchas personas, en su mayoría mujeres, recurren a diario a procedimientos estéticos que no cumplen las mínimas condiciones de salubridad y no son practicados por profesionales. Lejos de cualquier juicio de valor, lo que hay que remarcar en este caso es el error de acudir a cirugías de garaje por muy sencillas o baratas que supuestamente resulten. La Secretaría de Salud Distrital reiteró que este tipo de intervenciones solo pueden ser realizadas por profesionales y en lugares acondicionados para tal fin. Sin embargo, casos como el de María Esther se presentan a diario en la ciudad, y aunque no siempre termina en juego la vida del paciente, los resultados casi nunca son los esperados.
El problema de las denominadas ‘estéticas de garaje’ es tan grave en Colombia que muchos expertos lo catalogan ya como de salud pública. Las autoridades explican que es difícil llevar el control de los centros ilegales donde se practican estos procedimientos porque una vez son cerrados cambian de lugar y se les pierde el rastro. Mucho más complejo se torna cuando la intervención se realiza a domicilio, como en el caso de la venezolana.
Es claro que algo está mal en la regulación o en la ejecución de las leyes, porque se ha vuelto frecuente que en peluquerías, gimnasios y viviendas se realicen intervenciones estéticas o de cirugía plástica que solo pueden llevarse a cabo en clínicas que cumplan con todos los requisitos. Mientras la mano firme del Estado no caiga sobre estas personas, casos como el de María Esther seguirán apareciendo. Para eso es importante, también, que la ciudadanía comprenda de una vez por todas el riesgo de estos procedimientos y denuncie a los irresponsables que se atreven a hacerlos.
La ciudadanía también debe terminar de tomar conciencia sobre el riesgo de estas intervenciones y denunciar a los irresponsables que las realizan.