El Heraldo (Colombia)

‘Violadores’

- Por Javier Ortiz Cassiani

Donald Trump sigue ordeñando la misma vaca. En Virginia, en un acto convocado para hablar sobre la reforma fiscal, lanzó al aire –literalmen­te– el papel con el discurso que tenía preparado y ocupó su tiempo de intervenci­ón para referirse al problema de la frontera con México, la migración de mexicanos indocument­ados hacia los Estados Unidos, la responsabi­lidad de México en su papel como bisagra para la penetració­n de centroamer­icanos hacia su país, y remató con la idea, que ya había expresado en los tiempos de su campaña a la presidenci­a, de que los migrantes indocument­ados eran violadores. En esta ocasión se refirió a una supuesta caravana de migrantes que venía de México hacia la frontera impulsada por una ONG: “Recuerden mis palabras iniciales en la Torre Trump cuando empecé. Todos dijeron: ‘Oh, ha sido duro’. Usé la palabra violación. Ayer salió donde viene esta caravana. Se está violando a mujeres a niveles que no se habían visto antes”, dijo.

Trump sabe cómo mover las cuerdas del miedo. No hay nada más temeroso para un ciudadano norteameri­cano promedio, que la idea de una turba de latinos pobres, de apariencia y color ‘dudoso’, que vienen a violar a sus mujeres. Es un miedo inventado hace rato. El mismo que en tiempos de esclavitud, guerra y abolición se implantó en los estados del sur de los Estados Unidos, fundado en el rumor de que hordas de hombres negros se movían por la campiña violando a mujeres blancas. Los viejos árboles de esa zona del país tienen la cuenta de cuántos afroameric­anos fueron colgados de sus ramas por culpa de este temor y algunos de ellos germinaron abonados por las cenizas de los que, también debido a este temor, ardieron en las hogueras.

La expresión “sus mujeres”, que usé en una de las frases del párrafo anterior, no es gratuita. Aquí el posesivo “sus” no es solo un artificio de la escritura. Porque detrás de las irresponsa­bles decla- raciones de Trump, al suponer que los migrantes indocument­ados son grupos de violadores de mujeres, lo que está haciendo es recurrir a la retórica patriarcal para generar sensibilid­ad en el ciudadano promedio norteameri­cano a favor de sus medidas delirantes y su política antiinmigr­antes. La idea de supuesta protección a las mujeres de los migrantes violadores en realidad lo que muestra es el sentido de posesión de los hombres sobre ellas. Hay una valoración de la mujer en tanto se es beneficiar­io y administra­dor de esta, y como tal también se defiende, porque su violación sería una infinita afrenta a la dignidad de su poseedor.

El discurso de Trump vino acompañado con una medida menos discursiva y más real, la de desplazar 4.000 efectivos de la Guardia Nacional hacia la frontera. Y no es que esto sea una disposició­n inédita, en los últimos tiempos se sabe que George W. Bush ordenó la presencia de 6.000 miembros de este cuerpo militar en la frontera, y en el 2010 el mismo Barack Obama recurrió a ella, con el envío de 1.200 soldados a la frontera. La diferencia es que mientas lo hace, Trump se aprovecha de un discurso para darle sentido a sus acciones: el histórico temor al pobre, al migrante, al indocument­ado, como el depositari­o del mal.

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