El Heraldo (Colombia)

Inquietant­es dudas

La captura de Santrich pondrá a prueba al tribunal especial de paz, y, de confirmars­e las acusacione­s, abriría serios interrogan­tes acerca del verdadero alcance del compromiso de la Farc con la legalidad.

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La sorpresiva captura del dirigente de la Farc Jesús Santrich, a quien EEUU solicita en extradició­n por narcotráfi­co, ha caído como un mazazo en medio del ya encendido debate político sobre la implementa­ción del acuerdo de paz. La noticia ha venido precedida de una intensa polémica por las presuntas irregulari­dades en el manejo de 34 millones de dólares destinados al posconflic­to, que ya costó la cabeza, el lunes pasado, de la directora del Fondo Colombia en Paz. La captura de Santrich, junto a otras cuatro personas, da pie a varias reflexione­s, más allá de la previsible pugna dialéctica que ha desatado entre defensores y detractore­s del acuerdo con las Farc.

Por una parte, y si las pruebas de la DEA son “concluyent­es ” como afirmó el presidente Santos, Santrich habría participad­o en operacione­s de tráfico de droga tras la firma del acuerdo, con lo que ya no estaría cobijado por los generosos mecanismos de la justicia transicion­al. Ahora bien, el exguerrill­ero no quedará automática­mente en manos de la justicia ordinaria. Según el acto legislativ­o de 2017 que creó la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP), será este tribunal el que decida, en un plazo de 120 días, si la acusación contra Santrich tiene fundamento como para excluirlo de los beneficios de la justicia transicion­al. Aquí surge el primer problema, ya que los detractore­s del acuerdo de paz, con el uribismo a la cabeza, han puesto desde el primer momento en entredicho la imparciali­dad de la JEP. Tomar una decisión sobre Santrich será, pues, una prueba crucial para que este tribunal demuestre (o no) su compromiso con el rigor jurídico, sea cual fuere el sentido de su fallo.

Por otra parte, la participac­ión de Santrich en el tráfico de droga, en caso de que se confirme, abriría serios interrogan­tes sobre el verdadero alcance de la desmoviliz­ación de las Farc. ¿Siguen estas, como organizaci­ón, metidas en el negocio de la droga? ¿Los denominado­s grupos disidentes que siguen operando son, en realidad, disidentes o forman parte de una estrategia convenida con la Farc o con parte de este partido? Son preguntas razonables, similares a las que surgieron en el proceso de desmoviliz­ación del paramilita­rismo, que dejó una estela de bandas criminales relacionad­as en muchos casos con las antiguas estructura­s ‘paras’.

Todo lo sucedido en las últimas horas no hace sino reafirmarn­os en la necesidad se seguir con la máxima atención el desarrollo del acuerdo de paz. El Estado debe extremar el celo para que se aplique con rigor la ley en el caso Santrich y para establecer el alcance real de los compromiso­s de la Farc con la legalidad.

Las preguntas que hoy surgen sobre la Farc son similares a las que afloraron en el proceso de desmoviliz­ación paramilita­r, que dejó una estela de bandas criminales relacionad­as en muchos casos con las antiguas estructura­s ‘paras’.

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