Un dofa para las Farc
La izquierda colombiana, y en particular las Farc, han tenido varios errores históricos. Algunos de ellos son problemas de comunicación y desconocimiento de los procesos de una organización política moderna. Repitieron, como si fuera una hazaña –y de manera frecuente– actos de torpeza en el manejo interno y externo de muchas de sus actividades. Les falta establecer, probablemente mediante un Dofa, cuáles son sus debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas.
Recordemos que los últimos 25 años de esa guerrilla fueron a sangre y fuego, violando el Derecho de Gentes al atacar poblaciones indefensas y cometer un sinnúmero de vejámenes en nombre de la equidad y la justicia social. Un ejemplo de ello es que lanzaban cilindros de gas con perdigones, clavos y materias fecales como si fuese un misil teledirigido, así que cuando pretendían atacar una estación de Policía muchas veces el cilindro caía en la escuela del pueblo. La forma hechiza de hacer la guerra les dio triunfos, pero también un alto nivel de desprestigio e impopularidad. Sus estrategias de guerra marcaron territorios con terror, incluyendo la práctica detomarprisionerosytenerlos en precarias condiciones.
No hay duda de que el fin ideológico de este movimiento subversivo era loable y altruista en los términos específicos de su marco teórico. Planteaban, entre otros tantos argumentos, que la tierra no quedara en pocas manos. Buscaban reivindicar los derechos de los colombianos desprotegidosylucharcontra la inequidad social. Bajo esas premisas fueron vistos como una agrupación que peleaba para el pueblo, de hecho se hicieron llamar Farc EP, siglas de Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas Ejército del Pueblo.
En buena hora firmaron el Acuerdo de Paz con el gobierno de Santos, pero insistieron en mantener el mismo nombre de las Farc con el que habían luchado contra el Estado durante 53 años, en un claro error de marketing político. Luego, firmado el Acuerdo y sin una encuesta científica, lanzaron el nombre de su líder a la Presidencia y obtuvieron un paupérrimo resultado electoral. Parece, por esto y todas sus otras actuaciones, que siguen con la cabeza en el monte, en la lucha armada y que sus cerebros no evolucionaron acorde con el paso que dieron al firmar el Acuerdo de Paz.
Durante los diálogos en La Habana se mostraron arrogantes e insistieron en que no tenían vínculo alguno con el narcotráfico, cuando a todas luces estaban en el negocio de la droga, mucho más lucrativo que la extorsión y el secuestro. De remate asumieron una posición menesterosa y no aceptaron que tenían recursos económicos para resarcir a las víctimas. Después, como si tuvieran alzhéimer precoz, comenzaron a recordar que sí tenían plata. Este gobierno ha sido generoso y paciente con ellos en la búsqueda de la paz, hay que reconocerlo, no hay muertos por el conflicto armado que antes atiborraban los titulares de periódicos, ahora son la mafia de las tierras y la corrupción los protagonistas de las primeras páginas. Insistimos, las Farc deben hacerse un Dofa si pretenden trascender como partido político.