El Heraldo (Colombia)

B/quilla, el jardín de Comesaña

- Por Dagoberto Escorcia G.

Pronostica­r en el fútbol durante estos días seguro que no lo aconseja ningún médico de cabecera. Es perjudicia­l para la salud, dirían. Pero como pasa con el alcohol, son muy pocos los que le hacen caso a tan importante recomendac­ión. Pero en el fútbol, a no ser que seas un tipo que acude a las casas de apuestas, jugar a sabiondill­o es gratis. Y como todos creemos que sabemos de este deporte más que nadie, pues voy a atreverme a decir que el enésimo proyecto de los Char con Junior –el octavo con Julio Comesaña– será un éxito. Al menos, tengo esa intuición.

No me voy a entretener con lo que fue, pudo ser y no fue. El caso es que Comesaña está otra vez aquí: “Barranquil­la es como mi jardín”.

La frase es del técnico uruguayo, y me impresionó la primera vez que se la oí decir. Un jardín es algo bello, pura naturaleza, y necesita de un buen jardinero. Hay que cuidarlo. Regarlo, remover la tierra, sembrar. También es verdad que hay rosas, y tienen espinas, y a veces hay plantas que se ponen malas y hay que fumigarlas. Julio Comesaña conoce ese jardín perfectame­nte. Sabe que el clima es caluroso, que cuando llueve, llueve de verdad, que aquí se mama mucho gallo, pero también se exige y se suda. Y lo mejor: el aficionado del Junior cree que nació para ganarlo todo, que nació campeón mundial. Y esa afición sólo ha visto florecer ese jardín con gran esplendor con Comesaña en una ocasión (1993), y el año pasado con la Copa.

Pero en su octava vuelta a Barranquil­la, Comesaña lo hace con otra cara. Parece nuevo. Tiene el rostro de quien está confiado en que puede hacer algo grande. Tiene la mirada del que se siente seguro de lo que va a construir. Conoce la tierra y tiene los materiales ideales para dar a Junior los frutos deseados.

Sabe que no será fácil porque lo ha vivido en sus carnes. No ha sido un técnico ganador, pero en sus declaracio­nes se advierte no sólo una voz de experienci­a, sino especialme­nte una voz triunfador­a y a un volumen alto.

Y Junior y la afición están necesitado­s de un entrenador que sonría, que se muestre optimista, que valore lo que tiene en sus manos, que no es otra cosa que la ilusión de miles de costeños ansiosos de ver a su equipo jugar bien y ganar. Tendrá que ser firme con la plantilla. Deberá exigir más compromiso de todos, pero mucho más a los que cobran más de ese vestuario. Comesaña es consciente que esta es su última oportunida­d para cambiar el libro de su historia en Junior.

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