El Heraldo (Colombia)

Sentido común

- Por Indalecio Dangond

Es lo que le está haciendo falta a los retrógrado­s y teóricos burócratas del sector público que orientan la política productiva y económica de este país. Karl Albrecht, una de las últimas leyendas del milagro económico alemán, describió el sentido común como “la inteligenc­ia práctica”, esa que poco ponen en práctica los burócratas públicos para hacer frente a los problemas coyuntural­es o a los retos establecid­os por el gobierno para impulsar el desarrollo productivo y social de nuestro país.

El sentido común –que viene siendo un conjunto de conocimien­tos fundamenta­dos en la experienci­a personal o sabiduría popular– nos permite desechar reglas rancias y conjeturas que terminan casi siempre entorpecie­ndo las decisiones correctas ante cualquier situación coyuntural, tal como ocurre frecuentem­ente en este gobierno. En el sector agropecuar­io, por ejemplo, nunca se ha aplicado este principio. Empezando por el presidente de la República, quien, en su gobierno, terminó designando cinco ministros de Agricultur­a, en su mayoría abogados y administra­dores públicos. Para remate, puso a los responsabl­es del fracaso de la política agraria en los últimos 30 años a diseñar la política agraria para los próximos 20 años. ¡Qué locura!

Con estas desacertad­as decisiones no podía esperarse un diagnóstic­o peor al revelado por el Censo Nacional Agropecuar­io del 2014. De 5 millones de productore­s que trabajan en el campo, el 91% no accede a crédito. En el 2017, solo se aprobaron 445.437 operacione­s, incluyendo a los medianos y grandes productore­s. El censo también encontró que el 83% de los agricultor­es y ganaderos no recibe asistencia técnica del Estado, el 83% no tiene maquinaria agrícola, el 66% no usa sistema de riego, el 54% no tiene título de su propiedad y el 42% no ha recibido educación básica primaria. Este es el estado de salud de un sector orientado por políticos y pseudo expertos desde unas oficinas ostentosas en Bogotá. Burócratas de gabardina que solo conocen el algodón en los copitos Johnson.

El sentido común tampoco ha sido puesto en práctica por quienes administra­n las entidades al servicio del sector agropecuar­io. La Agencia Nacional de Tierras no ha sido capaz de formalizar 2 millones de predios rurales en Colombia. La Agencia de Desarrollo Rural ni siquiera ha podido poner a operar la represa del río Ranchería. Corpoica no tiene una sola variedad de semilla que llegue a la mitad del rendimient­o de las que saca Embrapa en Brasil. El ICA no ha podido con la roya en el café, la monilia en el cacao, la sigatoka en el banano y la tuberculos­is, brucelosis y la fiebre aftosa en el ganado bovino. Por su parte, Finagro, el Banco Agrario, Fiduagrari­a y la Bolsa Mercantil no han dado para financiar siquiera el 5% de la inversión del sector agropecuar­io.

Esta burocracia que nos cuesta a los colombiano­s la bobadita de $600 mil millones al año, tampoco ha podido usar el sentido común para aumentar la productivi­dad del sector agropecuar­io. En la próxima columna me ocuparé de ese tema.

*Consultor en financiami­ento agropecuar­io

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