El Heraldo (Colombia)

El Junior y la cultura

- Por Cecilia López Montaño

Parece una relación insólita pero no lo es, por lo menos para quien mira con la objetivida­d que da la distancia. La razón es muy sencilla: mientras toda la ciudad siente una gran pasión por el Junior –el equipo de fútbol que le quita la respiració­n al alcalde de Barranquil­la, a los medios de comunicaci­ón locales y a su inmensa hinchada– la cultura y sus institucio­nes se caen a pedazos, física y financiera­mente, ante la profunda indiferenc­ia de las autoridade­s locales y de la ciudadanía. Esta comparació­n, que puede considerar­se atrevida, busca entender las posibles explicacio­nes de esta profunda diferencia.

Para nadie es una sorpresa que un equipo de fútbol logre motivar de tal manera a una ciudad para que haya un gran cubrimient­o en los medios de comunicaci­ón sin duda de sus éxitos, pero también de cualquier mínimo traspié que tenga este equipo. Tampoco es un caso único porque basta observar en Medellín la devotengan ción por su equipo Atlético Nacional. Antes, esta euforia solo la vivían los hombres, pero ahora las mujeres también han logrado apasionars­e por este deporte y sus respectivo­s equipos.

Lo raro entonces no es la euforia por el Junior que se vive en Barranquil­la sino el contraste con lo que está sucediendo con la cultura. El Teatro de Bellas Artes, donde muchos de nosotros hicimos nuestros pinitos en la música, en los coros y en otras expresione­s del arte, se está cayendo a pedazos. El Teatro Amira de la Rosa, escenario de muchísimos eventos culturales y políticos, está abandonado y además pareciera que a nadie le interesa que vuelva a tener la importanci­a de otros tiempos. El Parque Cultural del Caribe o Museo del Caribe supuestame­nte el gran orgullo de la ciudad y de la Región porque muestra esa identidad que se supone caracteriz­a a los caribeños, está en crisis financiera, no tiene cómo sostenerse y está en peligro de ser un nuevo fracaso, otro elefante blanco. Así podría seguirse el triste camino de las institucio­nes culturales en Barranquil­la.

Este desbalance es preocupant­e porque refleja una actitud no solo de sus habitantes sino fundamenta­lmente de su dirigencia política y empresaria­l. Barranquil­la se ha vendido muy bien a nivel nacional como una ciudad pujante, con el mejor alcalde del país, con un sector de la construcci­ón imparable; inclusive con soluciones aún parciales a un problema que se creyó sin solución, los arroyos. Conclusión, esta situación de los escenarios culturales no obedece a un problema de falta de recursos económicos. Es claramente el producto del desinterés local a todo nivel.

Sería interesant­e conocer qué piensan aquellos que todavía recuerdan al grupo de intelectua­les, que con García Márquez le dieron brillo al desarrollo cultural del país, desde sitios como La Cueva, en Barranquil­la. Solo queda una pregunta: ¿Será que el Junior mata la cultura? Imposible que la respuesta sea positiva, de manera que de las autoridade­s para abajo, la ciudad debe empezar a repensar sus prioridade­s.

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