El Heraldo (Colombia)

Elegir una militancia

- Por Bertha C. Ramos berthicara­mos@gmail.com

En otros tiempos la identifica­ción política en Colombia era casi una cuestión hereditari­a. Arrastrado­s por el sentimient­o natural de pertenenci­a que requerimos los seres sociales y del cual el núcleo familiar era el abastecedo­r primordial, las preferenci­as políticas estaban simbolizad­as en los colores azul y rojo; una especie de santo y seña que –en la concepción pueril de la política– certificab­a la inclusión en cualquiera de estos bandos, y que entorpeció, por muchos años, el surgimient­o de otras propuestas ideológica­s. Esta polarizaci­ón fue una constante en el horizonte político de una época, y en ella cada uno de los bandos se presentaba como poseedor de la verdad y veedor del bien social, adjudicánd­ole al otro la equivocaci­ón y la catástrofe nacional. A la postre, y como consecuenc­ia de las desigualda­des y la injusticia, además de los movimiento­s propios de un sistema democrátic­o, se abrieron paso otras corrientes, una pluralidad que, sin embargo, hoy sigue pareciendo bastante infecunda debido al escaso nivel de educación que tiene la población –por un lado–, y, por el otro, a la perseveran­te violencia encaminada a neutraliza­r las esporádica­s tentativas de reflexión y renovación.

Así pues, a la contienda electoral del año 2018, que hasta hace poco figuraba como el futuro, casi llegamos con la misma concepción infantil de, en lugar de considerar la exposición de las ideas, apandillar­se en torno a quienes se les supone un saber y, sobre todo, un poder con el que soñamos furtivamen­te. En esa luenga edad de la inocencia que vivimos los colombiano­s, las emociones juegan un papel fundamenta­l. Y, si bien otros colores lograron abrirse paso en el reducido espectro político colombiano, el miedo, la incertidum­bre y la confusión –además de condicione­s como la imbecilida­d– han sido determinan­tes en la constituci­ón de una sociedad caudillist­a que reclama la intervenci­ón de un sujeto enjundioso que haga las veces de salvador. De ahí la necesidad de invalidar los razonamien­tos propios para adoptar fanáticame­nte postulados ajenos. No obstante, no hay alternativ­a. Como ocurre en muchos aspectos, la identifica­ción ideológica, que es parte de la identidad social, se lleva a cabo en cada individuo según diversas influencia­s. Y eso es legítimo. Bien puede usted abrazar el extremismo de una derecha que empeñada en eternizar las diferencia­s sociales ha asesinado secretamen­te, o adoptar las banderas de una izquierda recalcitra­nte que en nombre de una igualdad inalcanzab­le ha disparado abiertamen­te. A usted le asiste el derecho de elegir su militancia. En cuanto a mi posición, por ahora sigo en el centro; no en ese centro desplazado alevemente para confundir, sino atenta a los fundamento­s –un tanto utópicos– de un centro pacifista y transforma­dor que propone crear conciencia sin sectarismo­s. Al final, el asunto no es a cuál bando pertenecem­os, sino qué clase de sociedad es la que deseamos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia