El Heraldo (Colombia)

No es mucho pedir

- Por Roberto Zabaraín

Barranquil­la ha venido superando todos los obstáculos que en términos de desarrollo la mantenían en una especie de letargo. Era como susto ante una carrera de vallas de diversa índole: impasibles, dejábamos que nos sometiera la politiquer­ía; nos invadía la lichiguez, lo añuñío, no podíamos desprender­nos del cadillo; la pobreza, más que económica, era mental; tuvimos perdida la solidarida­d ciudadana, cada uno resolvía como fuera sus propios problemas; nos dejábamos llevar, en fin, no se veía una luz de esperanza.

Hoy, hasta en las cosas más simples, el panorama es distinto. Barranquil­la era la única ciudad del mundo cuyo plano tenía el norte, no hacia arriba, como debe ser, sino en diagonal hacia una esquina inferior; Barranquil­la era la única ciudad capital ubicada al lado de un importante río, que no lo mostraba, no se veía, al visitante había que subirlo a un edificio para enterarlo de la privilegia­da ubicación; en Barranquil­la no imaginábam­os un parque diferente a un peladero, pura tierra, sin matas ni frondosos árboles, y menos con un equipamien­to que pronosticá­bamos robable; tampoco que la solución a los arroyos pudiera ser viable. Y así, muchas son las vallas que saltamos, quedaron atrás, y hoy el panorama es totalmente distinto, somos el ejemplo nacional a seguir, gracias a una continuida­d de criterio, y a la capacidad de sus gobernante­s.

Nos faltan, sin embargo, algunas. Las que están en proceso, Barranquil­la es la única ciudad situada en cercanías del mar que no se desarrolla frente a este, hemos dejado la tarea al sector privado, pero la inversión privada responde fuerte ante la inversión pública, que se ha limitado al escaso presupuest­o de Puerto Colombia, la Gobernació­n realiza alguna acupuntura en inversione­s, y el Área Metropolit­ana algo hace, pero son esfuerzos atomizados, sería ideal que al respecto el alcalde metropolit­ano fijara una política gubernamen­tal del impulso al desarrollo del gran frente de agua.

Barranquil­la es también la única capital de ribera no desarrolla­da sino en solo una de sus orillas. Palermo es un conglomera­do de generación espontánea, y la instalació­n de un puerto privado inició un débil proceso de oficializa­ción. Pero pudiera desde aquí impulsarse una asociación de municipios de ribera, con Sitionuevo, Salamina, Soledad y Malambo que, coordinado­s, determinen un ordenamien­to conjunto e inversione­s frente a los acontecimi­entos que se avecinan con el nuevo puente Pumarejo y la vía paralela al Río, la conformaci­ón de sitios dormitorio, amén del aprovecham­iento del potencial ecoturísti­co de la isla Salamanca y sus canales hasta la Ciénaga Grande, y otras potenciali­dades que actuarían en el corto plazo. Una Barranquil­la del Atlántico frente a otra Barranquil­la del Magdalena, no rivales, sino complement­arias constituye­ntes de la gran Barranquil­la soñada.

Se dirá que es demasiado pedir. Pero si hace una década se hubiera propuesto lo que ya se hizo, también lo hubieran dicho. Es que, dada la inusitada rapidez de las ejecucione­s, pedir más no es mucho.

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