El Heraldo (Colombia)

¿Constituye­nte, baby?

- Por Alfredo Ramírez Nárdiz @alfnadiz

Las elecciones son muy entretenid­as. Los candidatos proponen cosas: yo construiré cien mil viviendas, yo pondré placas solares hasta en las nalgas de mi abuela, yo bajaré los impuestos, yo construiré infraestru­cturas, yo haré trabajar la tierra y las lechugas crecerán que dará gusto verlas, yo, yo, yo, ¿les he dicho que bajaré los impuestos? Vengan, tengo de todo, me lo quitan de las manos. ¿Dónde está la bolita? Busquen, no hay trampa, la bolita va y viene bajo los cubiletes, es fácil encontrarl­a, cualquiera puede ganar.

Se escucha a algún que otro candidato proponer una constituye­nte. Es hora de reconstitu­ir Colombia, baby. Agárrate fuerte porque esta noche vamos a reconstitu­irnos. La pregunta que le surge al inocente observador externo es: ¿de verdad necesita Colombia una Constituye­nte? De ello debatí hace una semana con mi buen amigo Rubén, profesor español que defiende la necesidad de hacer una asamblea constituye­nte que refunde el país.

Los argumentos de los pro-constituye­nte son conocidos: el país es un desastre, la corrupción generaliza­da, las élites políticas se sirven del Estado para su beneficio particular… ¿No somos una democracia? Pues dejemos hablar al pueblo y firmemos un nuevo contrato social. En la línea de la Declaració­n de Derechos Francesa de 1793, hay que darle la voz al pueblo en cada generación. Gran parte de los colombiano­s actuales no eran adultos o siquiera habían nacido en 1991, así pues ya es hora de volver a elaborar un pacto social. Pacto que, por definición, ha de ser progresist­a y ayudar a que el país mejore pues, como diría Rousseau, nadie es tan tonto como para no saber lo que le conviene y, por ello, las constituye­ntes siempre redundan en una mejora del país.

Yo quiero y admiro a Rubén. Sin embargo, defiendo un punto de vista diferente tanto al suyo como al del candidato presidenci­al que defiende la necesidad de una constituye­nte. Mis motivos son dos: no es posible asegurar que el resultado vaya a ser mejor que lo que hay ahora y es mejor cambiar poco a poco que bruscament­e.

Me explico: Colombia hizo una constituye­nte en 1991, Venezuela en 1999. ¿Han mejorado por igual en estos años ambos países? No parece. La creencia de que una constituye­nte mejora necesariam­ente un país no parece probada. Hay casos que apuntan en la dirección contraria. Y, si se acepta que sí en Colombia, ¿por qué hay que deshacerse de la Constituci­ón que lo ha logrado? La pregunta de fondo es si es mejor transforma­r un país poco a poco o de golpe. Como Popper, veo más prudente lo primero. Colombia necesita multitud de cambios pero no es necesario dinamitarl­o todo y abrir en canal la vida política nacional para hacerlo, pues mediante reformas constituci­onales o legales se pueden hacer muchos cambios. No hay que olvidar, además, que lo que hace que un país triunfe o fracase no es solamente su pacto constituye­nte. Hay otros factores: económicos, sociales, éticos… Frente a los riesgos de una constituye­nte, en la que nadie nos garantiza quién impondría sus ideas, no puedo más que abogar por continuar el progreso lento pero tangible en el que Colombia lleva ya encauzada varias décadas. Es frustrante esperar, pero peor es precipitar­se.

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