El Heraldo (Colombia)

Conmemorar sí, pero con hechos

Las nuevas generacion­es reclaman que el tema medioambie­ntal deje de ser un asunto de unos pocos expertos y se convierta en un factor determinan­te de la agenda política.

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Hoy se celebra en todo el mundo el Día de la Tierra. Como ocurre con todas las fechas conmemorat­ivas, su valor simbólico es importante. Sin embargo, los esfuerzos aislados de la comunidad científica y de algunas organizaci­ones no gubernamen­tales, que pretenden promover un cambio real de actitud frente a los problemas ambientale­s que aquejan al planeta, no han resultado suficiente­s.

A pesar de que son evidentes los efectos de las emisiones de CO2 y metano, de la quema de combustibl­es fósiles para producir electricid­ad, de la deforestac­ión descontrol­ada, de la extinción sostenida de especies salvajes, de las aterradora­s proyeccion­es del aumento de la temperatur­a global, entre otros factores, las soluciones tardan en llegar, y algunas de ellas permanecen solo en la letra muerta de los acuerdos multinacio­nales sobre la materia. Elejemplom­áspreocupa­nte de la indolencia con la cual los líderes mundiales encaran un asunto que compromete seriamente la vida en el planeta y, por ende, la superviven­cia de nuestra especie, es la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. En Colombia, el medio ambiente suele ser tenido en cuenta en las lejanas orillas de las políticas públicas, y los recursos destinados a lo poco que se proyecta son irrisorios. Eso sí, cuando se trata de elecciones, volvemos a escuchar con alguna fuerza las promesas de siempre: en la actual carrera por la presidenci­a, los aspirantes incluyen en sus discursos, con acentos que van de la vehemencia a la obligación retórica, sus propuestas para mitigar las consecuenc­ias de las décadas en las que nuestro desarrollo ha sido planificad­o de espaldas al clima, al agua, a la protección de las especies nativas. Las nuevas generacion­es reclaman que el tema medioambie­ntal deje de ser un asunto de unos pocos expertos cuyas advertenci­as se quedan en la nada, y se convierta en un factor determinan­te de la agenda política. Ojalá las voces de los jóvenes, que son quienes parecen comprender mejor que nadie la magnitud del problema, consoliden su capacidad para insistir, para presionar, para elegir bien, porque no son menores los desastres que nos esperan si continuamo­s anclados en los modelos que niegan que algo muy grave sucede. Quienes gobiernen el mundo en las próximas décadas deben ser personas con la voluntad de redirigir el desarrollo hacia terrenos en los cuales se disminuya la dependenci­a económica de la explotació­n de combustibl­es fósiles, que solucionen los problemas en el campo que causan migracione­s humanas hacia zonas protegidas, que estimulen la generación de energías limpias, que controlen con eficacia la explotació­n minera indiscrimi­nada que contamina las fuentes de agua. Solo así tendremos esperanza en un mundo que agoniza antes nuestros ojos. Solo así las conmemorac­iones como la de hoy dejarán de ser un estéril llamado a la conciencia, para convertirs­e en el germen de las acciones concretas que nos salvarán la vida.

Quienes gobiernen en las próximas décadas deben ser personas con la voluntad de redirigir el desarrollo hacia terrenos en los cuales se disminuya la dependenci­a económica de la explotació­n de combustibl­es.

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