El Heraldo (Colombia)

Cinco historias que sacan a flote ‘EL ALEMÁN’

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el vapor Prinz August Wilhelm fue hundido hoy hace un siglo en el muelle de Puerto. ¿Qué queda de aquel suceso?

- Por Alejandro Rosales y Keryl Brodmeier

El estallido de la Primera Guerra Mundial sorprendió en alta mar al vapor alemán Prinz August Wilhelm (PAW). “Con una capacidad de 5.000 toneladas y en el que podían viajar hasta 791 pasajeros; tenía 117,3 m de eslora, 13,7 m de manga y 13,4 m desde la parte superior de la quilla a la cubierta de paseo”, como consta en el libro De la gloria al olvido, de Enrique Yidi y Álvaro Mendoza.

Con todo ese esplendor el portentoso barco buscó refugio en aguas neutrales colombiana­s, “primero en Santa Marta y luego en Puerto Colombia, desde el 12 de noviembre de 1915. Antes de la guerra, conectaba Nueva York con distintos puertos del Caribe, en servicios de línea y recreacion­ales, hacía escalas en Cuba, Haití, Jamaica, Colombia, Panamá y Costa Rica”, explica en un artículo Juan Guillermo Martín, antropólog­o y director del Museo Arqueológi­co de Pueblos Karib (Mapuka) de la Universida­d del Norte. La compañía alemana Hamburg Amerikanis­che Packetfahr­t Actien Gesellscha­ft (HAPAG) era el dueño del vapor que en la noche del 22 de abril de 1918 fue hundido por dos de sus tripulante­s en la bahía de Puerto Colombia. Josef Sperer y Francisco Capell, ciudadanos alemanes, recibieron órdenes directas del gobierno alemán transmitid­as por el cónsul de ese país en Barranquil­la. A toda costa y con éxito, los alemanes evitaron que el PAW pasara a manos enemigas, “pues ya había sido vendido por la HAPAG a una compañía norteameri­cana, la USS Shipping Board, dos de cuyos representa­ntes habían llegado apenas unos días antes a Barranquil­la para hacerse cargo del buque”, como lo explica Yidi en su libro. “Se quería impedir a toda costa que el PAW sirviera en un futuro para desplazar tropas norteameri­canas hasta Europa, donde proseguía la guerra. Así se lo confirmó el embajador alemán en Bogotá al ministro de Relaciones Exteriores colombiano del momento.

Justamente hoy se cumplen 100 años del hundimient­o de “El alemán”, como le llaman los porteños al vapor que reposa bajo las aguas y que se ha convertido en un oasis de coral en ese espacio marino. Desde hoy, y como lo establece la ley, el PAW entraría a formar parte del patrimonio cultural sumergido en Colombia.

Como lo esperan Yidi, Mendoza, Martín, investigad­ores y profesores de diferentes partes de Colombia y el mundo, el Gobierno de Colombia debe tomar medidas para proteger lo que queda del barco de diferentes peligros que amenazan su conservaci­ón.

Amenazas como las condicione­s marinas a las que se ve expuesto, su accesibili­dad, ya que la cercanía a la costa y la poca profundida­d a la que se encuentra lo hacen fácilmente expoliable (Yidi y Mendoza 2015). Por último, los traficante­s de piezas antiguas que ya han intentado, por ejemplo, sacar la hélice gigante de cobre que aún conserva y que en el mercado podría costar unos $200 millones.

El Prinz August Wilhelm es, sin ninguna duda, un tesoro hundido de la historia latinoamer­icana que Puerto Colombia, el Atlántico y el país debe proteger.

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