El Heraldo (Colombia)

La ruta de la bicicleta

La clave, en todos los casos, ha sido el fuerte impulso de los gobiernos a través de políticas públicas que crean condicione­s de señalizaci­ón vial, rutas y seguridad, entre otros, para que los ciclistas se desplacen sin riesgo.

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La bicicleta es considerad­a no solo el medio de transporte más limpio sino el más eficiente. Su uso hace parte de las recomendac­iones que normalment­e recetan los médicos para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Por eso es una apuesta constante en ciudades como Copenhague, Ámsterdam, Curitiba, Boston, Ciudad de México y Bogotá. En ese sentido, la ‘bici’ es más notable paradigma de transporte de la sociedad moderna.

Así lo ratifican las cifras. Mientras en 1965 se producía en el mundo tantas bicicletas como automotore­s (unos 20 millones de unidades), hoy por hoy aquellas duplican las otras estadístic­as (100 millones contra 46).

La clave, en todos los casos, ha sido el fuerte impulso de los gobiernos a través de políticas públicas que crean condicione­s de señalizaci­ón vial, rutas y seguridad, entre otros, para que los ciclistas se desplacen sin riesgo.

Ahí encontramo­s una relación amigable de los ciudadanos con el lugar en el que habitan. Pero: ¿por qué este medio de transporte no ha funcionado en Barranquil­la? Lo que vemos en la ciudad son los cada vez más numerosos clubes que ruedan cada noche por las calles y avenidas, con un afán marcado por el entrenamie­nto o tal vez algún ejercicio físico. Sus integrante­s se encuentran en lugares acordados para marchar de manera organizada por la Arenosa, en ocasiones, inclusive, con la salvaguard­a de alguna patrulla de la Policía. Podríamos decir que ese es un comienzo para tener, algún día, una cultura de la bicicleta en Barranquil­la. Pero solo un comienzo.

Porque si bien hay una meta ambiciosa en el Plan de Ordenamien­to Territoria­l, que contempla una red de ciclovías por toda la capital del Atlántico, el único intento público que ha habido seriamente en la ciudad fue promovido por la administra­ción de la alcaldesa Elsa Noguera.

Pero el programa no funcionó. En alguna bodega de la Secretaría de Movilidad hay un montón de bicicletas arrumadas porque sencillame­nte la ciudadanía nunca las utilizó. Los reportes de esa época hablan de una inversión de 500 millones de pesos, que permitiero­n la adquisició­n de 73 bicicletas y la habilitaci­ón de cinco estaciones.

Las razones de los expertos nos remiten a la torpe asociación ciudadana de ese medio de transporte con el subdesarro­llo. Pasó en China y la India, donde a finales del siglo pasado el 60% de los viajes se hacía en bicicleta. Hoy, apenas el 20%. Del mismo modo, a la ausencia de vías. Andar en bicicleta por las carreteras y calles de Barranquil­la implica un riesgo permanente para la vida de los que se atreven. ¿Por qué no se han construido las rutas que contempla el POT?

Falta también arborizaci­ón. A pesar de las iniciativa­s gubernamen­tales, la ciudad sigue teniendo una deuda pendiente con las zonas verdes, que echan de menos principalm­ente los que se someten al fragor del sol para llegar a sus lugares de estudio o trabajo.

Y no son menores los riesgos de seguridad. Ahora el riesgo frente a los amigos de lo ajeno, que aprovechar­án para apropiarse de lo que no es suyo.

Ahí están las rutas que debe seguir el Distrito, antes de que los barranquil­leros se monten en la cicla para seguir la suya.

Las razones de los expertos nos remiten a la torpe asociación ciudadana de ese medio de transporte con el subdesarro­llo.

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