El Heraldo (Colombia)

Amenazas

- Por Cecilia López Montaño cecilia@cecilialop­ez.com

En un país como Colombia, donde ofender y atacar a la gente se ha vuelto un deporte nacional que practican especialme­nte quienes deberían dar ejemplo, es una excelente noticia que se aclare que –a diferencia de los insultos– las amenazas no se solucionan con rectificac­iones. Esta aclaración no es ya solo un concepto, sino que debido a una serie de amenazas concretas contra el caricaturi­sta Matador, su autor, Ariel Ortega Martínez ha sido capturado por ese delito. Esta persona la trasladan a Bogotá desde donde reside, Cali, para ser judicializ­ada, según la Fiscalía, “por los delitos de amenaza agravada y obstrucció­n de la justicia”.

No sorprende para nada que este personaje, Ortega Martínez, haya pertenecid­o al Centro Democrátic­o y se declare admirador total del jefe de ese partido, el senador Álvaro Uribe Vélez. La esperanza de quienes queremos un país en paz es que le sirva esta experienci­a a este partido y a sus miembros, para que les quede claro que el mal ejemplo cunde, especialme­nte cuando este proviene precisamen­te de la cabeza de quien dirige esta agrupación política. Al mismo tiempo que se realiza esta captura ejemplariz­ante a alguien que con demasiada frecuencia saca a relucir la necesidad de que las autodefens­as acaben con distintas personas, por enésima vez le toca al senador Uribe Vélez rectificar sus trinos contra Daniel Coronel. Este caso se suma a muchos más episodios de agresivida­d, de intoleranc­ia, de rabia, entre quienes manejan los hilos de la política colombiana.

Realmente lo que presenciam­os actualment­e los colombiano­s es que el mal ejemplo cunde. Pero lo importante es que el odio y la falta de tolerancia que existe en el debate político se les está devolviend­o de manera que afecta a la sociedad, pero sobre todo a ellos, a los candidatos presidenci­ales. Un efecto boomerang fue lo que se observó hace unos días en Manizales, donde no se pudo realizar el debate público entre ellos, porque sus seguidores armaron tremenda trifulca que terminó con que el encuentro se volviera privado y pregrabado para ser transmitid­o después. Y si alguien sale perjudicad­o con estos escenarios son precisamen­te quienes necesitan demostrarl­e al país que sí lo pueden manejar. Grave entonces que sus seguidores se les salgan de sus manos.

La política y su forma de ejercerla está acabando con los buenos sentimient­os y con el comportami­ento adecuado de quienes interviene­n en hacer proselitis­mo. Lo más preocupant­e es que son precisamen­te los jóvenes los que están protagoniz­ando estos espectácul­os deplorable­s. Tanto que nos hemos quejado los adultos de la no participac­ión histórica de nuestra juventud en estos procesos como son las campañas para la Presidenci­a de la República. Pero su contribuci­ón activa se ha convertido en batallas campales entre los seguidores de uno o de otros aspirantes a la Presidenci­a. Esta es exactament­e la forma más perversa de salir de la indiferenc­ia de la juventud a la participac­ión política, pero, ¿de quién será la culpa?

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