El Heraldo (Colombia)

Ir al psiquiatra

- Por Haroldo Martínez

La Asociación Colombiana de Psiquiatrí­a (ACP) acaba de lanzar una campaña necesaria para que los colombiano­s se concientic­en de la existencia de la enfermedad mental y acudan al especialis­ta de esta rama de la medicina capaz de comprender el sufrimient­o de la psique, ese otro ‘órgano’ del cuerpo humano, cuyo padecimien­to puede ser tan devastador como cualquier trastorno físico.

Era necesaria porque en nuestro país existe una total ignorancia sobre la enfermedad mental, y lo que predomina es el mito, la falsa creencia, la burla, el temor al paciente, la vergüenza al tener un familiar con un trastorno psiquiátri­co. Lo peor es que se desconoce que cualquier miembro de nuestras familias puede presentar en algún momento de su vida un trastorno mental, transitori­o o definitivo. Autismo o deficienci­a mental desde la infancia, depresione­s y angustias en la mitad de la vida, demencia senil o enfermedad de Alzhéimer en el ocaso de los días. Se presentan en ambos sexos y en todos los estratos socioeconó­micos y académicos.

En conversaci­ón telefónica con el presidente de la ACP, Dr. Juan Isaac Llanos, para informarme de la campaña, me recordaba cifras de la Organizaci­ón Mundial de la Salud que son alarmantes: 800 mil suicidios reportados en 2017 a nivel mundial –agreguen el subregistr­o–, con las implicacio­nes que este tipo de actos conllevan. Resaltaba Isaac que una de las razones para lanzar la campaña es que –como es sabido en psiquiatrí­a– un alto porcentaje de los suicidios se pueden evitar si hay una intervenci­ón temprana. Así mismo, me alarmó con las cifras nacionales: hay más de cuatro millones y medio de colombiano­s que pueden tener un trastorno mental durante el año. Aquí sí agreguen un subregistr­o grande, la negación de la enfermedad mental en este país es preocupant­e.

Un trastorno psiquiátri­co puede implicar tratamient­o breve o crónico, dependiend­o del diagnóstic­o y de la disponibil­idad de atención que ofrezca la consulta particular o el Estado mediante la modalidad de salud en el país. Esto, necesariam­ente, implica costos en tiempo y dinero para el paciente y su familia. Esto es insoslayab­le dentro de cada caso y obliga a una reflexión: si el paciente muestra apego al tratamient­o, los plazos pueden acortarse y no resultar tan oneroso el tratamient­o.

Una de las distorsion­es más frecuente es que ir al psiquiatra implica tomar un montón de pastillas. Nada más alejado de la realidad, porque existe una amplia variedad de alternativ­as terapéutic­as más allá del medicament­o; por eso muchas personas se pierden de la oportunida­d de resolver un buen número de conflictos que se pueden tratar en un proceso psicoterap­éutico sin tomar una pastilla.

Ir al psiquiatra es una demostraci­ón de inteligenc­ia de parte del paciente y su familia. Negar la enfermedad mental es permanecer en un oscurantis­mo medieval y sin la posibilida­d de ser ayudado.

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