El Heraldo (Colombia)

¡Nos invitaron!

- Por Roberto Zabaraín rzabarainm@hotmail.com

Que hoy por hoy los únicos que quieren casarse son los gays, es falso: Todos los días en “Sociales” se registran matrimonio­s por doquier, lo que muestra que sigue vigente la ilusión del blanco vestido, iglesia decorada y foto para el recuerdo. Claro, una cosa es el sacramento, y otra, la fiesta.

Cuando te invitan a un matrimonio te hacen un honor. Y si es ‘puppy’ con selectos invitados, honor mayor, y el oculto placer de restregarl­o a los amigos que fueron excluidos y que, aunque no lo confiesen, se mueren de envidia. Pero cuando no te invitan te hacen un favor, pues no tienes que sacar el montón de billetes que cuesta el honor. Pero no dar papaya y, si te invitaron, pues a gastar, aunque no haya.

Previo por lo menos tres despedidas a las que hay que ir, así que las damas a mandarse a hacer los tres vestidos, porque de repetir nada. Y a pagar las tres cuotas, regalos para la novia. Viela ne la hechura del vestido largo, que el mayor placer es quejarse del billete que les costó. Placer porque, si no lo fuera, ya se habrían inventado el esmoquin femenino y problema resuelto. Pero no. La farnofelia obliga a la competenci­a y el desfile que empieza desde la iglesia. Si el evento magno es de noche, esmoquin tropical, no más imitar a los cachacos con sus lúgubres sacos, vivimos en el trópico, así que si quieres estar a la moda, a comprar la tela color hueso y llevársela a Yesid, que lo hace bien, amén que es el único sastre bueno que hay. Qué boleta alquilar, son identifica­bles, así que toca gastar. Y si la fiesta es de día, a comprar la guayabera blanca manga larga, ojo al mal gusto de acompañarl­a con pantalón también blanco, o negro.

Si los contrayent­es son jóvenes con ingresos normales y los papás andan en malaria, pues entre ambos sufragan los gastos y piden como regalo ‘lluvia de sobres’, lo que obliga a los invitados a ponerse de acuerdo para que lo del sobre sea adecuado y no quedar como durango, ni pasarse de piña. Si hay tula, lo primero es encargar a Ruby Palma para que todo quede ‘pupero’. Se fija una cuota y la novia en las tiendas exclusivas aparta lo que quiere, arman la ‘vaca’ y no se repiten regalos. Además, la moda es casarse fuera del país o, por lo menos, en Cartagena. “La Inmaculada se mantiene copada”, es la excusa. Gasto adicional: traslado y por lo menos dos noches de hotel, porque es líchigo irse el mismo día y regresar al día siguiente, siempre hay algo la noche anterior.

Bueno lo de puestos preasignad­os, no hay afán para coger mesa y estarás con tus llaves. Y malo que aún toque la fila para el buffet, tronco de pinta y cargando platos, deberían inventar algo más ‘puppy’. Para los mayores esas fiestas no son las mejores, así que lo ideal es el matrimonio entre viejos. Separados o viudos, los contrayent­es saben de las incomodida­des para los invitados y se casan aquí. Merengue y porro corridos al volumen correcto, todos se animan, se puede hablar y no hay estridenci­a que obligue a salirse temprano para de todos modos amanecer con guayabo de ruido.

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