Montecristo y Barrio Abajo renacen con el ‘Edgar Rentería’ Habitantes
De estos sectores, considerados la cuna del béisbol local, dicen que esperan “con ansias” la apertura del moderno diamante.
“Édgar puso el nombre de Colombia en lo más alto a nivel mundial. Es el más grande. Con justa razón este homenaje, muy merecido”
El inclemente sol no aquieta los músculos de los obreros que en la otra acera adecuan, a buen ritmo, los linderos del nuevo diamante beisbolero en Barranquilla. Con bombos, platillos, invitados de lujo y un cuadrangular entre Colombia, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela, el estadio Édgar Rentería quedará oficialmente inaugurado para los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Este jueves, a partir de las 6 p.m., la ‘pelota caliente’ renace en La Arenosa.
Mientras camino por las calles del Barrio Abajo, atento a rostros veteranos que compartan anécdotas del antiguo Tomás Arrieta y dediquen palabras a la majestuosa estructura que asemeja a estadios de las Grandes Ligas, encuentro a Jaime Pozuelo. Sin espacio a la duda, el extercera base que jugó en primera categoría, suelta un recital de elogios.
“Un cambio de 180 grados. Este nuevo estadio es tipo Grandes Ligas. Jugadores y aficionados van a tener las garantías de las que tiene uno en los Estados Unidos. Lo más importante ahora es mantenerlo y que lo tengamos de pie por muchos años”, dice el hoy ampáyer, próximo a celebrar 57 calendarios y con 32 años de residencia en Barrio Abajo.
Pozuelo, muy niño, alcanzó a disfrutar en el antiguo escenario de los héroes de antaño como Ubaldo Salinas, Evaristo Martínez, Milciades Mejía, Luis de Arco, entre otros. Para Pozuelo, “todos unos completos monstruos de la pelota”. Sin embargo, lo hecho por Édgar Rentería lo impulsa a catalogarlo como el “más grande”.
“Édgar puso el nombre de Colombia en lo más alto a nivel mundial. Es el más grande y con justa razón es muy merecido este homenaje. Los reconocimientos deben hacerse en vida. Uno cuando tiene a su madre debe quererla en vida. ¿Ya cuando fallece y va a llevarle flores va a decirle que la ama? No. Todo debe hacerse en vida”.
Señalando con su dedo índice hacia la esquina, Pozuelo identifica la casa en la que Édgar Rentería pasó sus primeros años. Lo recuerda como un muchacho travieso que tuvo inclinaciones por el fútbol antes de refugiarse en el deporte que lo llenó de gloria. “En esa casa esquinera vivía él con su familia. Era muy diferente a la casa que es hoy. Édgar, incluso siendo adolescente, vivía por el fútbol. Luego, cuando pasó al béisbol y vio la oportunidad de irse a los Estados Unidos, se dedicó y fue un muchacho responsable. Él trataba y trata aún conmigo. Es gran amigo y conocido de la familia”.
Las dos Series Mundiales que tienen a Rentería en un pedestal difícil de igualar detonaron en Jaime un derroche de alegría. “Festejé esos títulos como si los hubiese ganado la Selección Atlántico. Los sentí como si fuera el logro de un hijo”, concluyó a EL HERALDO.
Sentado en la esquina del granero Las Américas en el barrio Montecristo, Francisco Palacio, abuelo de los receptores barranquilleros Andrés Felipe Noriega (firmado por los Dodgers) y Álvaro Noriega (Selección Colombia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe), tiene vagos recuerdos de Tomás Arrieta. “Era un niño cuando él estaba con vida. Sé que era lo único que teníamos en este deporte y por eso bautizaron el estadio con su nombre tras su muerte”, comenta el hombre de 77 años.
Han pasado casi dos años desde que el vetusto escenario fuera demolido y la nostalgia no embargó el cuerpo de Palacio, quien considera que la transformación en este caso era obligatoria porque el béisbol amateur está en cuidados intensivos.
“No me dio tristeza que el estadio Tomás Arrieta se derribara para darle espacio a otro escenario. Ya estaba bueno. Un estadio para cuatro mil personas no es justo para una ciudad que ama el béisbol. Tenemos ahora un diamante que no tiene nada que envidiarle a los del extranjero y con una capacidad para 12 mil personas”.
Mientras pone a prueba su memoria, debajo del palo de mango que amilana los rayos de sol, Palacio junto a otros exjugadores y curiosos del béisbol, no titubean en afirmar que el nombre del estadio es el ideal. “Édgar es una persona muy humilde. Recuerdo que en la tercera base (una tienda) jugábamos dominó y hablábamos de béisbol, fútbol, de todo. Quien no conozca a Édgar en Montecristo, está grave. Lo que hizo él, ganar dos Series Mundiales, y siendo decisivo en cada una de ellas, es un mérito gigante, difícil de igualar. Además fue MVP”, dice Hermes Lobo, miembro de una dinastía de hermanos dolientes por la ‘pelota caliente’.
“Los 24 y los 31 de diciembre jugaba sóftbol aquí en el estadio Once de Noviembre. Una calidad de persona. Ese estadio refleja su grandeza. Pude entrar y es una vaina del otro mundo”, agrega Lobo, de 59 años y trabajador independiente.
La ansiedad para que se cante play ball se propaga en Montecristo y el Barrio Abajo. Nadie se quiere perder la fiesta y el homenaje al gran ídolo. “Ya tengo mi boletica. A 15 pesos ($15 mil) y entro los cuatro días. Firme”, dice Palacio, con una sonrisa ‘grandesligas’.