La atávica pendejada
En el año 2016, y debido a las fuertes críticas del expresidente Uribe a las negociaciones previas a los acuerdos de paz, el expresidente César Gaviria señalaría que, con su actitud, el líder de la oposición se atravesaba “como mula muerta a la paz”. Mucha agua ha corrido por el río aquellos días en que el No fue la respuesta ciudadana a la refrendación de los acuerdos firmados en La Habana entre el Gobierno y las Farc; mucha tinta, mucho verbo y mucho fuego en un país que, ad portas de elecciones presidenciales, fue llevado poco a poco a los extremos. En medio del extremismo galopante surgieron otras propuestas que invitaban a construir un futuro comunal que destrabara el nudo de intransigencias en el que estamos atados, y a enfocarnos en la Colombia que, habiendo dejado atrás graves capítulos de violencia, está obligada a reinventarse en la paz y el respeto por la vida.
Sin embargo, pasada la jornada electoral, la conclusión es la misma: la política es un instrumento con que se divide a una sociedad para conseguir ciertos objetivos. En efecto, esta división fue definitiva en los comicios, y entre tantas aprensiones fue imposible aquilatar la oportunidad de cambio. El miedo, el odio, la injusticia y la pobreza, acarrean esa ceguera en la que se consolidan, como héroes, los tiranos. La genialidad de García Márquez –a quien un trino divisionista mandó al infierno– consiguió en La viuda de Montiel hacer un retrato de la atávica pendejada que nos asiste. “Aquel comerciante modesto cuyo tranquilo humor de hombre gordo no despertaba la menor inquietud, discriminó a sus adversarios políticos en ricos y pobres. A los pobres los acribilló la Policía en la plaza pública. A los ricos les dieron un plazo de veinticuatro horas para abandonar el pueblo. Planificando la masacre, José Montiel se encerraba días enteros con el alcalde en su oficina sofocante, mientras su esposa se compadecía de los muertos. Cuando el alcalde abandonaba la oficina, ella le cerraba el paso a su marido. —Ese hombre es un criminal —le decía—. Aprovecha tus influencias en el gobierno para que se lleven a esa bestia que no va a dejar un ser humano en el pueblo. Y José Montiel, tan atareado en esos días, la apartaba sin mirarla, diciendo: “No seas pendeja”.
Horas después de la elección, del Partido Liberal, que sucumbió vergonzosamente ante la manipulación divisionista, surgieron las embestidas inculpadoras. En una muestra del dinamismo político apuntó Juan Fernando Cristo “Gaviria se atravesó como mula muerta en la alianza Fajardo y De la Calle”. Otra fractura en cuyo trasfondo, y sirviéndose de los medios y la estulticia ciudadana, manipulan a su favor –una vez más– los anónimos poderes económicos.
Con gran finura y lucidez García Márquez lo resumió “—Vete para tu cocina y no me friegues tanto. A ese ritmo, en menos de un año estaba liquidada la oposición, y José Montiel era el hombre más rico y poderoso del pueblo”.