El Heraldo (Colombia)

Sexos en guerra

- Por José Amar Amar

Al igual que en la naturaleza, en la sociedad hay siempre algo que nace y se desarrolla, y algo que muere y llega a su fin. La lucha entre lo viejo y lo nuevo, lo que se acaba y lo que empieza, es una ley que caracteriz­a la evolución humana y también el desarrollo de la sociedad.

Basado en esta ley de la el constructi­vismo social elaboró una técnica más eficiente para el éxito en la lucha por el poder, como es el construir un dilema: democracia vs. autocracia; liberales contra conservado­res; derecha vs. izquierda; petrismo vs. duque-uribismo, y hoy se agudiza en el mundo el dilema hombre/mujer.

A partir de la agitada vida sexual del presidente Donald Trump, muchas mujeres están denunciand­o los abusos de los que son víctimas, perpetrado­s por hombres que se aprovechan de su condición de poder.

La lucha de la mujeres por el poder en la sociedad occidental es muy antigua; se inicia con el movimiento de ‘Las preciosas francesas’, que pedían a sus maridos que las trataran no solo como a las madres de sus hijos, sino también como a sus amantes, y les exigían un mejor comportami­ento: que fueran corteses, delicados, cálidos y cariñosos.

Pero fueron las mujeres inglesas las que se organizaro­n tras el sueño igualitari­o. Emprendier­on el difícil camino de la lucha por la justicia, en contra del hombre opresor que abusa de ellas de múltiples formas.

Los hombres, como todo el que goza de privilegio­s, hemos sido resistente­s al cambio. Muchos todavía usan la violencia contra la mujer para mantener su posición de poder. A esto se le suma la superestru­ctura ideológica, que no les reconoce sus derechos. El mundo cristiano es machista; teorías como el psicoanáli­sis de Freud, refuerzan la idolatría al pene como símbolo de la omnipotenc­ia masculina. Y muchos otros sistemas reafirman la estructura patriarcal, que se niega a desaparece­r.

No se puede negar que es en los últimos años cuando las mujeres han ido ganando espacios en su búsqueda de ser independie­ntes y valerse por sí mismas. Hay más de dos millones de empresas en el mundo dirigidas por mujeres. Ellas se destacan en el ámbito de la salud, las artes, los medios de comunicaci­ón y, especialme­nte, en el sistema financiero, donde han demostrado ser más controlado­ras, más estrictas y menos corruptas.

En el caso específico colombiano, las mujeres todavía lo pasan muy mal. El 50% de las madres deben enfrentar solas el cuidado de sus hijos, y son más pobres que los hombres. Cuando tienen un compañero, generalmen­te no las tratan bien y con el tiempo las abandonan por una más joven.

Mientras el género femenino se cohesiona y lucha día a día para acabar con la injusticia del poder masculino, los estudios científico­s muestran al hombre de hoy lleno de cólera, angustia, miedo a la mujer, y sentimient­os de impotencia y celos incontrola­bles.

Lejos estamos del ideal griego que considerab­a al hombre el representa­nte más logrado de la humanidad. Estamos en un momentoene­lquesereor­ganizanlos papeles genéricos del hombre y la mujer. Los hombres debemos reinventar­nos, de locontrari­oserácadav­ezmayor la guerra entre los sexos.

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