El Heraldo (Colombia)

Repito: hay que cuidarlo

- TAQUITOS Y BATAZOS RAFAEL CASTILLO

La apertura del estadio Édgar Rentería fue un jonrón con bases llenas. La develación de la estatua del expelotero barranquil­lero, la ovación que le tributaron todos los aficionado­s presentes en el escenario el jueves pasado, los fuegos artificial­es, el espectácul­o deportivo, el ambiente, la lucha por capturar las pelotas que salían de foul (ya sin la antigua y encarecida solicitud del anunciador: “Favor devolver la bola”) y casi todo lo que rodeó el estreno del majestuoso templo beisbolero, resultó emocionant­e, agradable, divertido e inolvidabl­e.

Se vivió una verdadera fiesta durante los cuatro días en que se disputó el cuadrangul­ar amistoso entre Colombia, Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana, que finalmente fue el campeón. Hay un gran estadio y se vio buen béisbol. Colombia no fue inferior al desafío de enfrentar a tres potencias beisbolera­s y les jugó de tú a tú tal como lo hizo en el pasado Clásico Mundial.

Desde el jueves hasta el domingo quedó claramente reflejado que en Barranquil­la sigue existiendo pasión por los bates y las manillas, pero hacía falta un impulso que la reviviera, que la alentara. El solo estadio, por su calidad, belleza, comodidad y modernidad, es una invitación a la fanaticada.

“¡Waoo! Me dio envidia de la buena, desearía que nosotros en República Dominicana tuviéramos un estadio tan bonito como este de Édgar Rentería”, manifestó Moisés Alou en entrevista a EL HERALDO.

El dominicano, excompañer­o de Rentería en los Marlins campeones de la Serie Mundial de 1997, fue uno de los invitados especiales y quedó tan asombrado y admirado con la imponencia del escenario como todos los peloteros que participar­on en el torneo y el público asistente.

Quienes no acudieron a este cuadrangul­ar, les recomiendo que asistan a la serie Colombia-Cuba el 22 y 24 de este mes. No se van a arrepentir.

Recuperado el entusiasmo por el béisbol, ahora hay que procurar mejorar algunos detalles como las largas y lentas colas en los restaurant­es (uno se podía perder dos y hasta tres innings tratando de comprar algo de comer), la escasez de verdaderos parqueader­os en el escenario y en las zonas aledañas, la movilidad y los horarios (que los juegos no sean tan tarde, 7 p.m. es mejor que 8 p.m.)

Más allá de esos aspectos logísticos, insisto en algo que ya escribí en una reciente columna: el desafío que ya tienen es darles buen uso y mantenerlo­s en perfecto estado. Las autoridade­s tienen que crear un ente o una figura que se encargue del sostenimie­nto de este y todos los escenarios. Y todos debemos cambiar nuestra cultura. No arrojar basura, no maltratar la silla ni ningún mobiliario. Repito: hay que cuidarlo.

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