El Heraldo (Colombia)

Que vergüenza

- Por Álvaro De la Espriella Arango

Los Fondos para la Paz donados por países y entidades extranjera­s hurtados en casi treinta mil millones de pesos. Alto oficial de la Fuerza Aérea se estaba robando dineros especializ­ados según las informacio­nes de prensa. El más grande cargamento de cocaína cae en España provenient­e de Colombia. Uno de los jefes más notables de las Farc es detenido por pruebas contundent­es de tráfico de estupefaci­entes. En el Congreso se aprueba que pase a la comisión respectiva la investigac­ión de un Magistrado de las altas cortes por estar seriamente comprometi­do en comisiones favorecedo­ras. Todo lo anterior apenas mencionand­o algunos casos, sin traer a colación la embestida de Odebrecht, lo del problema de Reficar que nunca acaba de investigar­se, las trampas con los alimentos de los niños o los carteles de la hemofilia, en fin, duele seguir repasando la lista que es grande, bastante penosa ante nacionales y ante extranjero­s.

El panorama es devastador: por todos los rincones, espacios, institucio­nes, entes oficiales, por todas partes repetimos, estamos inundados de corrupción dejando nuestro nombre tan sucio que ya en los medios de comunicaci­ón internacio­nales aparecemos como “Brasil y Colombia los países con los más altos índices de corrupción”. Pero además tenemos otras perlas: las disidencia­s de la Farc o sea cada día mas criminales saliéndose de los acuerdos para volver a morder el monte que es lo que les gusta; los famosos clanes que devoran, bienes y honras; el Eln que procede de la manera más absurda y estúpida que se pueda concebir enclaustra­dos en un planetario concepto bien distante de la realidad actual colombiana; y el atraco diario, con cifras tan deprimente­s como el robo cada día en todo el país de dos mil celulares. Y el asesinato, el secuestro, la violencia doméstica y con niños, los doscientos mil millones de pesos anuales que los centros comerciale­s reportan como mercancías robadas.

La pregunta del millón amables lectores es tan simple y al mismo tiempo tan aterradora: ¿en que país vivimos? Que es lo que están presencian­do y vivenciand­o los menores de hoy, los que van a manejar el país mañana? Dónde está la autoridad, para qué sirve el poder, cuándo vamos a presenciar que la justicia no deje libre a los delincuent­es o que los califique como merecedore­s de casa por cárcel cuando son detenidos y se les descubre seis anotacione­s anteriores por diversos delitos?

Algo muy grave nos está sucediendo, tan grave que sobrepasa los reclamos, las quejas los requerimie­ntos, las solicitude­s de buscar más empleo, mejor atención en salud, más educación, más vivienda, menos impuestos. ¿Por qué el gobierno muestra esa apatía insólita, vergonzant­e, atemorizad­a, cómplice sería mejor agregar, en donde lo único que se comprueba es una complacenc­ia macabra con las mil formas de corrupción? Si no salimos de esta encrucijad­a fatal el país se hará añicos. Podríamos fácilmente regresar a aquellos tiempos macabros que vivió Ruanda o Libia o que hoy vive Venezuela donde se asesina por un plato de comida a diario. Estamos ante esa nueva encrucijad­a señores del nuevo gobierno sean quienes sean. Qué opinan los que piensan llegar?

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