El Heraldo (Colombia)

No todo vale: entendámos­lo

- Por Lola Salcedo C.

La junta directiva del colegio Marymount decidió no realizar la acostumbra­da ceremonia de grado de sus bachillere­s 2018 y entregar por ventanilla y de a uno en uno los correspond­ientes diplomas a los graduandos. La emoción de la toga y el birrete, momento de magia singular para toda persona que culmina una etapa de su proceso de educación, quedó indefinida­mente pospuesta para cuando algunos terminen otra etapa del camino de la profesiona­lización, que es muy distinto al del conocimien­to. El primero está preñado de diplomas y mucho ruido y títulos mientras el segundo es silencioso, íntimo, profundo y sinfín como la cinta de Moebius.

Pero quiero felicitar a quienes tomaron tan dura decisión para sentar un precedente clave, una pauta ética fundamenta­l, en momentos en que en nuestra sociedad colombiana parecería que ‘el todo vale’ impera en todos los campos y que por tanto el fin justifica los medios. Un derrotero que puede llevarnos a la destrucció­n de la misma sociedad y convertirn­os en una aglomeraci­ón de individuos donde el bandalaje sea el marco teórico en que funcionen todas las relaciones.

Dirán algunos que pagan justos por pecadores, pero no hay tal. La institució­n está por encima de los intereses particular­es de sus alumnos y el que los tramposos fueran uno o dos no excusa al resto de la clase que eligió la solidarida­d de gremio, por decirlo de alguna forma, ya que ninguno se responsabi­lizó y señaló a quienes cometieron la falta: comprar las respuestas de un ensayo de la prueba Saber. Daría risa la tontería de pagar dinero por un cuestionar­io que era una práctica, si esto no nos señalara que algo huele muy mal entre los jóvenes y que algo están dejando de hacer o hacen muy mal los padres.

Es una gran oportunida­d para que las familias revisen sus códigos morales y los principios éticos que están transmitie­ndo a las nuevas generacion­es, ahora que el éxito no se mide por la capacidad y desarrollo intelectua­l de las personas sino por el vehículo que conducen, el celular de última generación, la ropa de marca o la pertenenci­a a un club social donde se supone que solo asisten los de categoría pero que no son sino unos centros de cultivo del arribismo donde don dinero elige y corona ídolos de barro que si perdiesen su poder adquisitiv­o de inmediato pasarían a ser unos don nadie.

Me encanta la reciedumbr­e de la directiva del colegio en su decisión de no dar marcha atrás ni ante las tutelas y otras presiones, porque esta no atenta contra la ley puesto que cancelaron un acto social que no obliga a ninguna institució­n educativa. Me encanta porque le dieron en la torre a quienes creen que pueden modificar a su antojo las reglas y están diciendo que todo vale y que sus hijos no cometieron falta alguna. Me encanta porque esa disposició­n es formativa para toda la sociedad, tan huérfana de valores, y nos recuerda que no todo vale y que las normas morales y los principios éticos son inquebrant­ables.

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