El Heraldo (Colombia)

El gran gurú de los bacanes

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Silenciaro­n tu elocuente bacanería cuando te alistabas a representa­rnos con mayor protagonis­mo en los diálogos de paz. Pero tu sacrificio no fue en vano, la protesta de todos los bacanes que te acompañaro­n a tu nueva morada y los que dolimos tu partida, se elevó clamorosa repudiando una vez más la intoleranc­ia y la falta de solidarida­d que se ha entronizad­o en el corazón de nuestros hermanos violentos.

Encarnaste, sin el influjo del Caribe, todas las caracterís­ticas de un gran gurú de la bacanería, la que irrigaste a manos llenas en tu diario deambular. Tu sonrisa permanente, tu gesto amable, tu frase lisonjera, tu solidarida­d para con el prójimo necesitado y, sobretodo, el buen humor con que tomaste la vida, dicen de tu gran bacanería. Entendiste como pocos, que la existencia y tránsito por esta corta vida, de consigo trae muchas amarguras y sinsabores, a las que solo la infinita alegría del corazón, un verdadero amor al prójimo y un gran sentido del humor como mandamient­os de la bacanería, la hacen llevadera.

Hoy, que los colombiano­s sentimos con dolor que todos nuestros derechos humanos y constituci­onales están cercenados, constreñid­os o limitados, no nos quedaba sino uno, muy íntimo y sencillo: el derecho a sonreír, que también con tu partida nos lo quieren arrebatar, más lo que lograron con tu magnicidio fue rebosar la copa de amargura de la que venimos libando los colombiano­s, dándonos más valor para luchar por el derecho de volver a sonreír y ojalá reír.

Grandes enseñanzas nos quedaron de ti, pero sobre todo una muy trascenden­tal, que tú contribuis­te vehemente a difundir, y que en tu honor y recuerdo, el día que logremos la paz será nuestra bandera: A la vida hay que mamarle gallo.

Con todo el dolor de hoy, pero con alegría del mañana que nos permitirá volverte a compartir en paz, por esa paz con la que tanto te sacrificas­te, hasta la inmolación, e interpreta­ndo un sentir clamoroso de mis coterráneo­s: Disfruta de tu paz y vela por la nuestra, para que el futuro de nuestros hijos no sea tan incierto e inseguro como nuestro presente. Rafael Roncallo Juliao

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