El Heraldo (Colombia)

Subversión a la subversión

- Por Javier Darío Restrepo Jrestrep1@gmail.com. @JaDaRestre­po

Durante día y medio habíamos estudiado las posibilida­des de comunicaci­ón del ELN con un grupo de seis guerriller­os que hacen parte del grupo negociador que en La Habana trabaja con los representa­ntes del Gobierno Nacional comandados por el exvicepres­idente Gustavo Bell.

Después de ese ejercicio hicimos un resumen final. Cada uno con sus libretas de apuntes al frente, recordó las ideas más importante­s del largo coloquio; fue cuando caí en la cuenta de que allí, a poca distancia del lugar donde ELN y Gobierno discutían, estos guerriller­os comunicado­res y yo habíamos adelantado una operación subversiva contra la subversión.

Así que les dije que ese esfuerzo por darles eficacia a las palabras, subvertía una de las bases de un grupo armado que es su fe en la fuerza transforma­dora de las armas.

Recordando a Hannah Arendt cité su afirmación rotunda: la guerra es muda. Con el uso de las armas se busca silenciar al enemigo, que entre el estruendo de los disparos y el estallido de las bombas deja de escuchar razones y solo atiende a su instinto más primario que es el de sobrevivir. Las armas también silencian al guerrero que, al usarlas, está convencido de que el enemigo, por ser el mal, debe ser destruido, conclusión trágica a la que se llega porque no se ha encontrado otra solución posible al conflicto.

En la agenda de esta reunión en La Habana el objetivo era el de recuperarl­es a las palabras de los guerriller­os su valor y su fuerza, en todo diferente de la fuerza de las armas.

Puesto que no se trataba de encontrar fórmulas técnicas para hacer documental­es, redactar noticias o producir noticias, que de eso están llenos los manuales y los libros de texto de la universida­d, comenzamos con la afirmación de base: uno escribe informacio­nes o historias para que se las crean, lo otro sería escribir para el cesto de los papeles. Y a uno le creen cuando hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Les recordé el rechazo de la opinión pública al asesinato de un líder indígena cuando comenzaban las conversaci­ones en Quito. ¿Qué hacer entonces?

Quedó en evidencia que cualquier intento de comunicaci­ón tendría que obedecer a la voluntad de reconstrui­r confianza, y uno confía cuando está seguro de que le dicen la verdad; si, por el contrario, se percibe que la comunicaci­ón se utiliza para hacer propaganda, la confianza se debilita y el mensaje pierde su fuerza comunicati­va. Si, además, se encuentra engaño en el mensaje, a la pérdida de confianza se agrega el rechazo.

No había sido el propósito de esta jornada, pero al hablar de las palabras y la comunicaci­ón, llegó el tema de la conexión entre comunicaci­ón y la paz.

La apuesta por las palabras y por la comunicaci­ón es una apuesta por la paz, porque le da todo su valor y su fuerza a la razón; y puesto que las acciones armadas son la derrota de la razón, las campañas por una comunicaci­ón generadora de confianza y descontami­nada de propaganda, crean el ambiente propicio para la paz.

Esa jornada y media podría tener como resultado que estos guerriller­os, en el futuro, crean menos en el poder de las armas y más en la fuerza discreta, pero real, de las palabras.

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