El Heraldo (Colombia)

Una Suiza en Colombia

- Por Nicolás Renowitzky Reniwutzh

Una cosa es decirlo y otra es vivirlo. Y por más que busco palabras para describirl­o, me siento incapaz de trasmitir todo lo que experiment­é y pude apreciar durante unos días de vacaciones en Manizales. Sobre todo por lo tan diametralm­ente opuesto a lo que es Barranquil­la. Pero procuraré retratar con palabras lo que es esta bellísima ciudad del eje cafetero. Fue un corto viaje en el que me encontré con que no es necesario ir a Europa para conocer una ciudad con caracterís­ticas muy similares a cualquier población de Suiza. Y créanme que no exagero. Su topografía quebrada es aprovechad­a para destacar un diseño urbano muy pintoresco, que permite apreciar la construcci­ón de edificacio­nes muy modernas e iglesias clásicas de singular belleza. Su malla vial es impecable, con modernas avenidas y autopistas dotadas con pasos a desnivel y túneles urbanos. No encontré un solo hueco en sus calles, con bordillos y andenes en perfecto estado de conservaci­ón y una vegetación exuberante con hermosos jardines y enormes árboles. No hay la menor duda que su clima ayuda para su mantenimie­nto, pero esto es complement­ado con una cultura ciudadana envidiable, con un comportami­ento único en Colombia, diametralm­ente opuesto al de nuestra ciudad.

El tráfico es fluido y se conduce a mayor velocidad que por acá, sin abandonar su carril, y si lo hacen utilizan siempre el direcciona­l. Los buses solo por el carril derecho. Nadie pita, y cuando lo hacen es una pitada muy corta para agradecer a otro conductor un gesto amable. Como el tráfico es silencioso, cuando sentí un mini pitazo me explicaron la razón del mismo. Ni un solo carro de mula en sus calles y hasta sus motociclis­tas respetan las reglas y el orden al conducir.

Una de las conductas que más me impactó fue la de apreciar que absolutame­nte todos los conductore­s de vehículos particular­es y públicos frenaran al apreciar a un peatón en la acera, esperando atra- vesar la calle por las conocidas cebras. Es ese un comportami­ento tan normal que ningún peatón lo agradece al conductor, simplement­e es una manera amable de conducir que hace parte de la forma de ser de sus habitantes. Ciudad limpia, sin un solo papel o basura en sus calles, andenes o zonas verdes. Solo vi un pequeño vaso de icopor que era empujado por la suave brisa, y para mi asombro el primer peatón que pasó lo recogió.

Muy difícil describir su impecable centro histórico y comercial, con edificacio­nes de bella arquitectu­ra de variadas épocas y estilos. Almacenes, bancos, pequeñas y acogedoras cafeterías, prácticame­nte sin vendedores estacionar­ios o ambulantes. Manizales cuenta con un par de zonas rosa muy divertidas, con restaurant­es de primer nivel, bares y discotecas, así que no se trata para nada de una ciudad aburrida para los que gustan de esos planes. Pero Manizales no es solo la ciudad en sí, es todo su entorno rural, rodeada del bellísimo paisaje cafetero con hermosas fincas de variados cultivos y viviendas tradiciona­les con todos los servicios.

Y aún con todo lo que aquí he descrito, lo más bello y especial de Manizales es su gente cordial, amable, educada y siempre dispuesta a ayudar. Definitiva­mente no es necesario viajar al exterior para lograr un destino tan especial. Lo tenemos aquí mismo, en la capital de Caldas.

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