Duquepetristas
No. No ganó la derecha. Tampoco perdió la izquierda. Lo que resultó claro de la pasada jornada electoral, es que hoy tenemos una nueva ciudadanía política.
Esos nuevos electores no fueron creados por Iván Duque ni por Gustavo Petro. Pero hay que contarlos entre el uno y el otro. Son ciudadanos que emergieron de la propia realidad colombiana y fueron encontrando coincidencias en las agendas que proponían el aspirante del Centro Democrático y el de la Colombia Humana.
Cogiendo de aquí y de allá fueron a las mesas de votación, porque su principal característica es que son decididos. Eso del voto en blanco lo dejan solo a quienes no pueden sobreponerse a los odios personales o se van al mar del Pacífico a avistar las ballenas jorobadas.
Estos nuevos ciudadanos prefieren a un líder joven, a los estadistas de más edad que cargan sobre sus hombros la sospecha de corrupción. Para ellos no aplica eso de: más vale malo conocido que bueno por conocer.
Ni crean que aceptan las hegemonías. Entre sus émulos de urna pudieron colarse muchos que siguieron como borregos las señales del caudillo, pero analicen las cifras: por cada voto que sacó el Centro Democrático en las elecciones al Congreso, Duque obtuvo 4,47 en segunda vuelta. No. Ellos tienen fe en la perspicacia del nuevo mandatario.
En el perfil de los electores que hacen historia, se nota gente que busca transiciones gubernativas tranquilas. Tienen conciencia de que muchas cosas andan mal. De hecho, les gustaría que protejan más al medio ambiente sin espantar a la inversión privada, que más que reformas tributarias haya una transformación fiscal, que la apuesta sea por la equidad social sin afectar la propiedad privada, que la justicia sea más eficiente, pero sin reformas que concentren su soberanía en uno de los poderes del Estado, que respeten los dogmas de fe, pero sin desdeñar los derechos adquiridos de las minorías sexuales.
Pero no gustan de los conflictos. Por eso aquello de volver trizas los acuerdos de paz, es propio de la actitud violenta de unos prohombres que no queremos cerca de la Casa de Nariño.
Estos votantes creen que la de 1991 es una Constitución moderna que nos trajo una nueva generación de derechos y que lo pendiente es una reglamentación agresiva que ponga en vigencia plena todo su articulado. Que ni se les ocurra una constituyente.
El país debe crecer. Eso también piensan. Pero más allá hay que propiciar un gran proceso de redistribución de riqueza, ojalá en medio de un gran pacto de país de largo plazo, que reduzca la brecha entre pobres y ricos, y alivie a la clase media de las cargas que la asfixian.
Pero por sobre todo, a los duquepetristas les encantan los pesos y contrapesos. Que bueno que haya un presidente que recoja unas mayorías y un jefe de la oposición que lo vigile. Ahora esperan tolerancia de aquel lado y menos soberbia de este otro.