El Heraldo (Colombia)

Falta de humanidad

Las imágenes de inmigrante­s ilegales menores de edad separados de sus padres y encerrados como animales en jaulas en la frontera de EEUU han provocado natural indignació­n. Trump insiste en justificar la medida.

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Las imágenes difundidas hace dos días por el Gobierno estadounid­ense, en la que aparecen inmigrante­s ilegales menores de edad separados de su padres y enjaulados como animales en centros de retención, ha desatado una comprensib­le ola de indignació­n dentro y fuera de EEUU. El presidente del país, Donald Trump, ha justificad­o la bárbara medida en la necesidad de procesar a los padres por haber ingresado ilegalment­e en el país.

Poco le ha importado al mandatario que las normas sobre infancia de la ONU prohíban que los niños sean separados a la fuerza de sus progenitor­es. De acuerdo con datos oficiales, solo entre el 5 de mayo y el 9 de junio las autoridade­s fronteriza­s han separado a 2.432 niños cuyas familias se encuentran bajo arresto en espera de juicio por haber ingresado clandestin­amente en EEUU. Que los países intenten desarrolla­r políticas disuasoria­s contra la inmigració­n ilegal es, por impopular que suene, legítimo. Lo habitual, al menos entre los países avanzados, es que esas estrategia­s combinen la vigilancia fronteriza con medidas de apoyo económico a los países generadore­s de dicha inmigració­n. Y que esas políticas se apliquen con la máxima sensibilid­ad, sin vulnerar ni las normas internacio­nales ni el sentido elemental de la decencia. La imagen que está transmitie­ndo Trump ha causado un rechazo generaliza­do, incluso entre miembros del propio Partido Republican­o. La conducta del mandatario contrasta, para no ir más lejos, con la de las autoridade­s colombiana­s ante el masivo flujo migratorio procedente de Venezuela. Afortunada­mente, nuestro país, pese a todas las dificultad­es que atraviesa, se las ha arreglado para tratar este desafío con humanidad.

El caso de Trump no es solo el de un gobernante intentando ordenar la inmigració­n. Es el de una persona que dice cosas como: “¿Por qué tenemos a toda esa gente de esos países de mierda?”, en alusión a personas procedente­s de ciertos países de Latinoamér­ica y África. Desafortun­adamente, no está solo. Del otro lado del océano, en la vieja Europa, el racismo se expande. El viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, que ya había provocado indignació­n al celebrar como una gran victoria el rechazo de un barco cargado de inmigrante­s sin papeles (que fueron finalmente acogidos por España), anunció ayer que prepara un censo de gitanos en Italia. “A los que sean irregulare­s los echaremos. Desafortun­adamente, mantendrem­os en Italia a los que son italianos”, dijo. ¿Volvemos a épocas oscuras de la historia? Cabe esperar que el humanismo reaccione a tiempo y termine por imponerse.

El racismo se expande. Del otro lado del océano, el viceprimer ministro italiano ha anunciado un censo de gitanos: “A los que sean irregulare­s, los echaremos. Por desgracia, mantendrem­os en Italia a los que son italianos”.

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