El Heraldo (Colombia)

Exhibición frívola e inútil

A riesgo de sonar pacatos, bajarse los pantalones en el Congreso es un acto irrespetuo­so que, por lo demás, carece de la potencia creativa para escandaliz­arnos o la capacidad pedagógica para que nos escuchemos.

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Lo que ha conseguido Mockus es agitar momentánea­mente el “enjambre”, como el filósofo Byung-Chul Han llama, con cierto desdén, al mundo hiperactiv­o y efímero de las redes. Estamos convencido­s de que Mockus posee la estatura intelectua­l suficiente para subir el nivel del debate sin tener que bajar sus pantalones.

Una agitada polémica se ha desatado en las redes sociales a raíz de la exhibición que Antanas Mockus, senador por Alianza Verde, hizo de su trasero durante la instalació­n del nuevo Congreso. Mockus, el segundo congresist­a más votado, explicó su conducta como una protesta ante la falta de atención de sus colegas al discurso del presidente saliente de la Cámara. La imagen de Mockus con el pantalón a media asta tenía algo de ‘déjà vu’: 25 años antes, siendo rector de la Universida­d Nacional, realizó el mismo acto irreverent­e en la apertura del Encuentro Nacional de Artes, ante las rechiflas de los estudiante­s a directivos de la universida­d presentes en el acto. Las redes están divididas entre quienes claman con vehemencia contra la “falta de respeto” de Mockus a las institucio­nes, y los que critican, con igual ímpetu, a los primeros por su “doble moral”, alegando que la verdadera desconside­ración a las institucio­nes es que políticos de dudosa reputación y turbio pasado estén en el Congreso.

Es cierto que en las cámaras legislativ­as hay personas con historial cuanto menos dudoso (incluidos, por cierto, exguerrill­eros acusados de delitos muy graves). Pero esa realidad, que ha sido objeto de críticas y denuncias, no impide que se pueda juzgar también la conducta de Mockus.

A riesgo de sonar pacatos, bajarse los pantalones en el Congreso es un acto irrespetuo­so. Que, por lo demás, carece de la potencia creativa para escandaliz­arnos –como lo hizo Marlon Brando hace 46 años en ‘El último tango en París’, al mostrar su trasero a los engolados asistentes de un selecto local de baile– o la capacidad pedagógica para que aprendamos a escucharno­s. Lo que sí ha conseguido Mockus es agitar momentánea­mente el “enjambre”, como el filósofo Byung-Chul Han llama, con cierto desdén, al mundo hiperactiv­o y efímero de las redes. Quien haya seguido debates parlamenta­rios en otros países habrá podido constatar que, en no pocas ocasiones, la cortesía entre representa­ntes de distintos partidos brilla por su ausencia. El congreso colombiano no es, en ese sentido –y sin que sirva de consuelo–, una excepción. Pero esas malas prácticas no deben combatirse con explosione­s frívolas de disconform­idad, sino con actos de ejemplarid­ad pública que permitan a los ciudadanos reencontra­rse con la hoy esquiva política de calidad. Estamos convencido­s de que Mockus posee la estatura intelectua­l suficiente para subir el nivel del debate sin tener que bajar sus pantalones.

Las malas prácticas de algunos congresist­as no deben combatirse con explosione­s frívolas de disconform­idad, sino con actos de ejemplarid­ad pública que propicien el reencuentr­o de los ciudadanos con la política de calidad.

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