La delicia de manejar...
Ayer a las 6.30 p.m. en la carrera 53 me paró un retén de una moto con dos policías, me pidió los documentos del vehículo y le mostré: tarjeta de propiedad, certificado de revisión técnico-mecánica y SOAT... todo en orden. Luego me pidió el pase de conducir y mi cédula, la partida de bautismo y el certificado de matrimo- nio de mi mamá y mi papá, porque si no soy hijo legí- timo no puedo manejar... también en orden. Luego revisó el equipo de carretera... estando dentro de la ciudad, la fecha de vencimiento del extinguidor de incendios, los chalecos luminosos, las gorras reflectivas, el hacha por si acaso hubiere que desbaratar el vehículo en caso de colisión, el termo de agua para evitar una deshidratación, la tienda de campaña y mata mosquitos por si acaso, aún estando dentro de la ciudad... todo en orden. Revisó el estado de las llantas, los asientos, las alfombras... todo en orden. Cuando ya me disponía a despedirme de tan gentil y correcto procedimiento, me pidió el certificado de la vacuna de viruela, sarampión y paperas, le mostré el de las dos primeras y al no tener el de las paperas me amenazó con inmovilizar el vehículo, le dije que me parecía muy bien, que cumpliera con sus deberes policiales, llamó a la grúa, y en un momento de descuido de los señores de la autoridad simplemente me vine para mi casa, sin despedirme. De lo que después caí en cuenta fue de una enorme descortesía y falta de educación, no lo vuelvo a hacer, lo prometo.
En estos momentos no sé dónde está mi vehículo, y no me interesa en lo más mínimo saberlo, no lo voy a reclamar, se los regalo, no quiero manejar más mientras exista esta situación.
Cómo es posible que estando la ciudad en el estado de inseguridad en que se encuentra... y aunque no fuera así, la Policía esté dedicada a lo anterior y la ciudadanía tenga que soportar este martirio, este suplicio, hace cuánto tiempo?
Hector Asaf Quintero