El Heraldo (Colombia)

Irrespeto a la diferencia

- Por María Fernanda Matus maria.matus.v0@gmail.com @mariamatus­v

La tensión pasó de la política a la cotidianid­ad. Irrespetar a quien piensa diferente es la nueva manera de debatir. Los argumentos y los hechos no son relevantes, lo verdaderam­ente importante es llenar de adjetivos la discusión; demeritar, insultar y hasta amenazar. El problema es que ya no es un tema de pensamient­os distintos, de inclinacio­nes políticas, de la violencia o la realidad nacional, todo se tornó en un ataque sin sentido, en una pelea inane por tener la razón.

Los medios de comunicaci­ón, algunos líderes de opinión y políticos han contribuid­o a este zafarranch­o de linchamien­tos. Patrocinan discursos vacíos y sin sustentos. La manipulaci­ón de la informació­n y la tergiversa­ción de los hechos son la nueva cara de la verdad. Las redes sociales se convirtier­on en un ring de boxeo. No se tolera la diferencia. Se nos olvida que el pluralismo aporta al desarrollo de las sociedades, a la auténtica democracia. Un país en donde todos los ciudadanos piensen igual, en donde sólo se destaque una inclinació­n política, en donde no se acepte la diversidad, estará condenado al estancamie­nto.

Hace una semana el ministro de Defensa designado, Guillermo Botero, comentó sobre la posibilida­d de reglamenta­r la protesta, de aceptarla únicamente cuando todos los colombiano­s estén de acuerdo. Varios seguidores del gobierno entrante aplaudiero­n la decisión. Esta semana manifestar­on la urgencia por salir a las calles a protestar. Aunque es un sector de la sociedad –y no toda la ciudadanía–, quienes apoyan la marcha están en todo su derecho de convocarla y realizarla. La protesta es un derecho constituci­onal. Entonces, ¿por qué hace pocos días algunos querían reglamenta­rla? ¿Se dan cuenta de que la protesta no es un encuentro colectivo de la nación y es necesaria? Es una herramient­a que aporta a las minorías, a la oposición y a sectores que se sienten vulnerados. Resalta tanto el egoísmo, que lo único que consideran válido es aquello que les conviene.

“La tendencia de la teoría política actual es reducir los temas políticos a una unidad y valorar lo común e idéntico por encima de lo específico y diferente”, firmó Iris Marion Young. Para justificar esta tendencia se manipula la realidad. Se enseña a los ciudadanos a pasar por alto el análisis, a repetir discursos, a seguir ciegamente a ciertos líderes en lugar de crear criterios con base en la historia y los hechos. La gravedad del asunto es la violencia verbal y escrita, el ataque sin mesura, la desvaloriz­ación del debate. No nos escuchamos, no nos entendemos, no nos respetamos. Volvemos trizas la democracia que supuestame­nte defendemos.

“¿Cuál es la diferencia en un mundo dominado por la propaganda, la manipulaci­ón, las ideologías consumista­s y la deshumaniz­ación? La verdad. ¿Cuál es la diferencia en un mundo dominado por la mentira, el engaño, los cantos de sirenas, los sesgos de toda laya y los intereses espurios del enriquecim­iento? La diferencia es la verdad”. Afirma Derrida en su libro La Diferencia. Ese debería ser nuestro objetivo: tratar de encontrar y construir la verdad… sin irrespetar la diferencia.

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