El Heraldo (Colombia)

La hora de la verdad

- Por Érika Fontalvo

La inesperada renuncia del expresiden­te Álvaro Uribe al Senado, tras su citación a indagatori­a por la Corte Suprema de Justicia para que responda por soborno y fraude procesal en un proceso de falsos testigos, ha provocado un cataclismo político de tal magnitud en el país, que de un momento a otro la polémica bajada de pantalones del también senador Antanas Mockus en la instalació­n del Congreso pasó a un segundo plano.

Un hecho que a mi juicio no tuvo nada de pedagógico y que más bien generó malestar, tanto que hoy se considera una posible sanción de la Comisión de Ética del Legislativ­o, lo que me resulta excesivo. Bastaría con un llamado al orden y asunto zanjado.

A diferencia de este episodio que va languideci­endo, el caso de Uribe y del representa­nte a la Cámara Álvaro Hernán Prada va para largo y anticipo que será un tema que seguirá copando espacios a tutiplén en los medios de comunicaci­ón. Lamento que hasta ahora el debate se centre en las denuncias del líder del Centro Democrátic­o sobre la filtración a la prensa de los alcances de su nuevo caso en la Corte, en la competenci­a o no de ese alto tribunal, en si el exmandatar­io tomó la determinac­ión de dar un paso al costado como una estrategia jurídica de defensa para que su proceso acabe en la Fiscalía General de la Nación, donde podría tener un “tratamient­o más favorable” y hasta en la existencia de un complot criminal o montaje contra Uribe en el que habrían participad­o hasta espías británicos. ¡Desgastant­e!

Tras las primeras reacciones de los sectores políticos, las expresione­s de respaldo y de indignació­n de los uribistas y las especulaci­ones de quienes esperan ver a Uribe preso; es el momento de la verdad. Usted, yo, todos los colombiano­s debemos exigir claridad sobre lo que está de fondo en este caso. Son de extrema gravedad los reiterados señalamien­tos que vinculan al exmandatar­io con la presunta conformaci­ón de grupos paramilita­res en una hacienda de propiedad de su familia y con el supuesto “volteo” de testigos por presiones suyas y de su entorno.

Es imperativo que la justicia funcione ofreciendo todas las garantías de un debido proceso y la inviolable presunción de inocencia para los implicados; en otras palabras, el Estado de Derecho debe prevalecer como demandan y merecen todos los ciudadanos. Pero resulta también prioritari­o que los defensores del expresiden­te de la mano firme y el corazón grande midan sus palabras a la hora de descalific­ar a los que imparten justicia en el país, entre ellos, a los magistrado­s de la Corte, que serán en últimas los que definirán lo de la competenci­a.

Hay que echarle freno al oportunism­o político, a la polarizaci­ón, a la confrontac­ión que tanto divide al país. Es a lo que nos ha llamado el presidente electo Iván Duque, que en pocos días iniciará su mandato y en el que todos esperamos que, como hombre íntegro que es, sea garante y defensor de la independen­cia de poderes, mientras su mentor político se defiende en los estrados judiciales.

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