El Heraldo (Colombia)

La ‘línea’ de la polémica

Santos tiene listo un decreto que sextuplica los “espacios sagrados” de las comunidade­s indígenas de la Sierra. Gremios y gobernador­es costeños están inquietos por su alcance. ¿Debe firmarse o aplazarse?

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El presidente Santos prevé firmar esta semana un decreto que, previsible­mente, desatará una fuerte polémica por el material delicado que regula. Nos referimos a la denominada ‘Línea Negra’, la zona especial de protección de cuatro pueblos indígenas que habitan la Sierra.

El decreto en cuestión redefine –y casi sextuplica, de 54 a 348– los “espacios sagrados” que se reconocen a los koguis, wiwas, arhuanos y kankuamos para que desarrolle­n su cultura ancestral.

La iniciativa ha puesto en alerta a las asociacion­es económicas más importante­s del país, como el Consejo Gremial Nacional y la Confederac­ión de Cámaras de Comercio, que han aconsejado a Santos dejar esa decisión al próximo Gobierno, con el fin de que pueda ser discutida con más serenidad. Los gobernador­es costeños también han expresado su inquietud por los efectos que pueda tener el decreto para el desarrollo económico de la región, en particular los departamen­tos de Cesar, Magdalena y La Guajira. Lo que está en discusión son dos maneras de entender el mundo: una representa­da por las poblacione­s indígenas, que invoca valores ancestrale­s y cosmogonía­s estrechame­nte ligadas a la naturaleza, y otra simbolizad­a por quienes –con mayor o menor conciencia ambiental– defienden un modelo de desarrollo industrial como motor de avance social. El presidente ha intentando apaciguar a gremios y gobernador­es asegurando que del decreto fue suprimida “cualquier insinuació­n” de que se les otorga “autoridad ambiental a los indígenas”. Y el ministro de Minas ha recalcado que los recursos naturales no renovables pertenecen al Estado y que no es “oportuno¨ que los indígenas tengan “facultades para limitar su aprovecham­iento”.

Pero la jurisprude­ncia de la Corte Constituci­onal (sentencia T-849 de 2014) confiere a las comunidade­s que habitan esos territorio­s derechos a la autodeterm­inación y –muy importante– a la consulta previa ante el desarrollo de proyectos en la zona.

Una de las tareas más complejas de un gobernante es conciliar los intereses de los diferentes colectivos de la población. En el caso que nos ocupa, de las comunidade­s indígenas y de quienes consideran que el poder de decisión de estas sobre el uso de los recursos de la Sierra debería replantear­se o tener un alcance más limitado.

El conjunto de los ciudadanos esperaría que la política resultante garantice un equilibro inteligent­e entre el desarrollo económico y el medio ambiente, de modo que leguemos un país productivo y, a la vez, sostenible a las futuras generacion­es. Si existen dudas de que el decreto cumple con claridad ese objetivo, mejor será para todos que se engavete. Y que tan delicado tema se debata después con más amplitud y el siempre aconsejabl­e sosiego.

Santos asegura que el nuevo decreto no otorga autoridad ambiental a los indígenas. Pero la jurisprude­ncia de la Corte Constituci­onal les confiere derechos a la consulta previa en los espacios ancestrale­s.

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