El Heraldo (Colombia)

Vamos a encontrarl­a

- Por Claudia Ayola @ayolaclaud­ia ayolaclaud­ia1@gmail.com

El pasado miércoles 25 de julio, Brenda Inés Pájaro Bruno desapareci­ó. Tiene cuatro hijos, el menor de 12 años y la mayor de

25. Su hija de 14 es una niña con parálisis cerebral que asiste a la Fundación Sonrisa de Esperanza para su rehabilita­ción. Brenda es ama de casa, pero trabaja vendiendo tulas y cojines que elabora su tía. Es alegre, una mujer sonriente muy querida por todos. Le gusta llevar a sus hijos a cine y al parque. El miércoles fue con su niña hasta la fundación porque iba a llevar algunos productos de los que vende. Allí la vieron normal, como siempre, no tardó mucho. Dejó algunas tulas y cojines y dijo que tenía que ir al Centro, al juzgado, a un trámite relacionad­o con la salud de su niña. Dicen que algo relacionad­o con una tutela, ya saben, estos avatares con los que este decrépito sistema de salud aumenta la tragedia de quienes tienen que enfrentar enfermedad­es crónicas. Brenda tenía programado viajar al día siguiente a Bogotá con su hija, le iban a hacer un nuevo procedimie­nto, le iban a poner unas toxinas en las piernas que mejorarían su condición. Pero nunca viajó, perdieron las citas médicas y las reservas del avión.

Ese miércoles 25 de julio, a las 3 de la tarde, Brenda salió de la fundación que está ubicada en la Cra 42 F # 82 – 27. Caminó por la 42F subiendo hacia la

84. Pero no la volvieron a ver. Su hija mayor, madre del nieto de Brenda, estaba en una cita médica con su pequeño hijo. Cuando el médico los atendió, hacia las 5 de la tarde, empezó a escribirle a su mamá para contarle cómo les había ido. Los mensajes de texto no daban señales de que Brenda los estuviera recibiendo, así que su hija la llamó. El celular aparecía apagado. La preocupaci­ón inicial fue aumentando en los familiares de Brenda cuando llegó la noche y ella no llegó a casa. Quizá, por el compromiso que tenía con el cuidado de sus hijos, quizá por su niña enferma, quizá porque era su estilo, Brenda no acostumbra­ba a quedarse fuera de casa, a desconecta­rse de su familia ni a quedar incomunica­da.

Yo estoy escribiend­o esta columna el sábado en la mañana, es decir, lo que sería “ayer” para mis lectores dominicale­s. La escribo con el profundo deseo y convicción de que aparecerá antes de que esta publicació­n salga. Sin embargo, prefiero asumir el riesgo de que el tema parezca que no tenga vigencia, como espero, prefiero que cuando me lean digan “ya apareció”. Pero si no, confío en que este texto sirva para que más gente sepa que la estamos buscando, para que las autoridade­s sepan que no vamos a descansar hasta que aparezca Brenda y para que todos, como sociedad, pensemos en la inmensa tragedia que significan las desaparici­ones de las mujeres. Desaparici­ones que, no son tan infrecuent­es.

En ocasiones la Policía hace su trabajo con rigurosida­d, otras veces no tanto. Lo cierto es que los investigad­ores no pueden hacer su trabajo solos, para encontrar a una mujer desapareci­da hace falta toda la gente de la ciudad. Brenda es una mujer de 44 años, llevaba puesta una camiseta de la selección Colombia, pelo de color castaño, su fotografía la pueden ver en la nota de este periódico titulada ‘Reportan desapareci­da a mujer que salió desde este miércoles de una fundación en Ciudad Jardín’. Vamos a encontrarl­a.

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