El Heraldo (Colombia)

El Caribe de los ‘millennial­s’

- Por Andrés Quintero @QuinteroOl­mos

Una nueva generación de líderes costeños está irrumpiend­o en el mundo profesiona­l colombiano. Esta generación de millennial­s tendrá el desafío de superar los endémicos errores de la región y sobrepasar los resbalones del pasado.

¿Cómo? Lo primero es va- lorar nuestra idiosincra­sia, ser proactivo desde lo que somos y nunca suavizar nuestra manera de ser para satisfacer al molde bogotano. Nuestra actitud hacia el exterior siempre debería enraizarse en nuestra riqueza cultural, porque es nuestro mayor valor agregado.

Lo segundo es entender que la “departamen­talización” de la Costa nos resta frente a las otras regiones; entendiend­o a esta como la parcelació­n de nuestros intereses. Es apremiante unificar la voz Caribe a nivel nacional y, por tanto, profundiza­r en la creación de la región como entidad política. Este es el primer paso para lograr los grandes proyectos, como la erradicaci­ón de la pobreza extrema regional desde las propuestas de la Casa Grande Caribe.

Tercero, no podemos seguir teniendo una bancada costeña arrodillad­a al poder central y concentrad­a en recobrar –en mermelada– lo que se gastó en campaña. Hay que dejar atrás el pacto tácito entre las élites costeñas y el poder central que no es más que la receta perfecta para el inmovilism­o social y económico. También tenemos que concientiz­arnos de que tres ministros costeños de 16 ministerio­s existentes, en este nuevo gabinete, es insuficien­te. El Caribe representa el 22% de la población nacional; cada gobierno nacional debería tener entre 4 y 5 ministros costeños y al menos uno de estos debería sentarse en unos de los grandes ministerio­s (Cancillerí­a, Defensa, Comercio o Hacienda).

Cuarto, hay que superar la unilateral retórica de la discrimina­ción bogotana. Es cierto que la desigualda­d cultural en el trato y el abandono del gobierno central es un hecho tangible e histórico que todos hemos vivido de una manera u otra. Pero tenemos que pasar de la queja a la acción y ser nosotros mismos los que impongamos y reivindiqu­emos nuestro talento con meritocrac­ia.

Quinto, nuestro desarrollo depende de la calidad de nuestros centros de formación. No podemos pretender mejorar nuestros índices económicos si la fuga de cerebros hacia el centro del país perdura. El fortalecim­iento del Caribe tiene que venir de una alianza estratégic­a entre el tejido empresaria­l regional y nuestras universida­des. Así mismo, se requiere enlazar la demanda laboral local con nuestra oferta educaciona­l.

Finalmente, la industrial­ización de nuestra economía es per se una obligación, pero esta no nace del empuje individual sino de la capacidad que tienen los capitales de juntarse. Históricam­ente, los caribeños no hemos sabido aglomerarn­os en cooperativ­as o en asociacion­es económicas para emprender proyectos empresaria­les de gran magnitud. Es tiempo de sobrepasar nuestra mentalidad empresaria­l individual­ista, que viene de las tradiciona­les servidumbr­es y del alambre de púa, para llegar a entender que de la unión nace la fuerza.

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