El Heraldo (Colombia)

EL LEGADO SANTOS: ¿VEREDICTO PARA LA HISTORIA?

Dos narrativas chocan en los últimos días del gobierno Santos: ¿Es el fin de una era histórica o de una administra­ción rechazada por más de la mitad de los colombiano­s?

- FRANCISCO MIRANDA H. @pachomiran­da

Solo ocho días le restan a los ocho años del gobierno de Juan Manuel Santos y el veredicto definitivo sobre su gestión sigue en discusión. A pesar de haber obtenido el mayor logro que cualquier mandatario habría anhelado en los últimos 60 años -firmar un acuerdo de paz con las Farc-, el presidente de Colombia finaliza su segundo período con un aprobación mediocre del 35%. ¿Será el de Santos un legado que el paso de los años juzgará con mayor benevolenc­ia y mirará con mayor gratitud que la gran mayoría de colombiano­s que gobernó?

Dos hechos marcaron el mandato presidenci­al santista: la negociació­n y firma de la paz con la guerrilla y la férrea oposición de su antecesor y mentor Álvaro Uribe, hoy en líos judiciales. La pelea entre Santos y Uribe es indudablem­ente un factor sin el cual no se puede entender la Colombia de los últimos ocho años. Elegido como el continuado­r de la seguridad democrátic­a uribista, el mandatario actual le apostó su mandato al proceso de paz con las Farc, hipotecó a esas negociacio­nes el sello de su gobierno y desató la conformaci­ón de un feroz bloque opositor que pondría su sucesor.

LOS HUEVOS EN UNA CANASTA. Cualquier evaluación de los dos períodos presidenci­ales de Juan Manuel Santos debe partir por separar la percepción popular del mandatario de los logros tangibles de su gestión. Aún a pesar de haber ganado su reelección, en cinco de sus ocho años en la Casa de Nariño, los índices de desaprobac­ión en encuestas como la Gallup superaron a la imagen positiva. El propio jefe del Estado lo reconoce al decir: “hacer lo correcto y no lo popular”.

Sin embargo, la administra­ción Santos sí es responsabl­e por haberse convertido ella misma en una rehén del proceso de negociació­n y posterior acuerdo de paz con las Farc. Prácticame­nte cada año el primer mandatario estrenaba una nueva narrativa de gestión en la cual, junto a la paz, se destacaban otros aspectos de su gobierno. A las locomotora­s de la prosperida­d se le sumaron el país JMSJusto, Moderno y Seguroy “Paz, Equidad y Educación”.

El denominado­r común de estos eslóganes era la necesidad del gobierno de enmarcar una narrativa de modernizac­ión donde los esfuerzos de paz eran una pieza central pero no contaban toda la historia. Al final lo que comenzó como un problema de comunicaci­ón presidenci­al se transformó en una gestión monotemáti­ca, amarrada a una sola política pública. Todos los huevos en una canasta.

A lo anterior se debe añadir la férrea oposición que desplegó Álvaro Uribe contra el gobierno. Primero como una voz crítica, pionera en el uso de las redes sociales, y luego con la creación del Centro Democrátic­o, el expresiden­te articuló el rechazo mayoritari­o a la guerrilla. Además, constantem­ente forzó a la Casa de Nariño en la batalla de las comunicaci­ones, a hablar en los términos del lenguaje opositor: “justicia y no impunidad” es un ejemplo. La victoria del No en el plebiscito de 2016 fue el punto culmen de esa estrategia.

EL TIQUETE A LA HISTORIA . La firma del Acuerdo de Paz constituye sin duda es el logro más destacado del gobierno que termina y su tiquete a un lugar destacado en los libros de Historia. No obstante, la implementa­ción de lo acordado ha contaminad­o esa herencia: desde el manejo de los dineros hasta por el crecimient­o de las disidencia­s y el asesinato de líderes sociales pasando por el caso de narcotráfi­co contra Jesús Santrich. De hecho, la mayoría de los votantes escogió como sucesor de Santos a Iván Duque con un claro mandato de ajustes a ese proceso.

Aunque Santos es un presidente acostumbra­do a enmarcar sus logros como “históricos” en áreas diferente a la paz, lo cierto es que, por ejemplo, en temas de pobreza monetaria y multidimen­sional, las estadístic­as respaldan los avances. Asimismo en relación con los 1.370 kilómetros de doble calzada, las intervenci­ones a unos 50 aeropuerto­s, las tasas de homicidios y proteccion­es ambientale­s a zonas protegidas y páramos. El gran problema con esa gama de resultados es que, a pesar de los esfuerzos de la Casa de Nariño, nunca fueron hilados en un mensaje concreto de gobierno.

Paradójica­mente, con la implementa­ción del Acuerdo complicada en tantos frentes, será el entrante gobierno de Duque el encargado de moldear la cara final de este posconfict­o con las Farc y de enfrentar su herencia que ya está siendo violenta. En otras palabras, aún es prematuro para afirmar que ese veredicto de la Historia mirará solo la firma del Acuerdo o englobará las dificultad­es de la implementa­ción. Por ejemplo para la revista británica The Economist, siempre favorable a Santos, ese fallo será generoso y amable.

Ya en los últimos días de su gobierno el presidente Santos ha visto su imagen favorable subir y el optimismo nacional mejorar sustancial­mente. Aunque la belicosida­d de la campaña electoral no ha parado y las críticas contra Duque abundan, la narrativa santista de los logros de la paz ha calado en simultánea con un compás de espera al gobierno entrante. Lo cierto hoy es que la incapacida­d de la administra­ción Santos de que su legado de ocho años saliera bien librado en las urnas tendrá algún impacto en ese veredicto futuro. Si la transforma­ción del país en los dos períodos santistas fue tan profunda e histórica, ¿por qué la mayoría no decidió continuar? Del veredicto actual de cada colombiano sobre el legado Santos depende la respuesta a esa pregunta de arriba.

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 ?? ARCHIVO ?? Juan Manuel Santos Calderón, actual presidente de la República de Colombia.
ARCHIVO Juan Manuel Santos Calderón, actual presidente de la República de Colombia.
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