El Heraldo (Colombia)

El caso de Portugal

- Por Jairo Parada

El pasado miércoles, organizado por la Rectoría, la División de Humanidade­s y el IEEC, y el departamen­to de Economía de la Universida­d del Norte, con el apoyo entusiasta de los estudiante­s de Economía del grupo Ágora, en unión con el profesor David Díaz, desarrolla­mos un interesant­e conversato- rio con el profesor Salomón Kalmanovit­z. Fue una reflexión profunda sobre su trabajo académico de más de 40 años. Un punto muy apasionant­e fueron sus respuestas sobre las perspectiv­as del gobierno de Iván Duque en este terreno. No le convencen sus propuestas de “economía naranja” como sector líder del desarrollo, ni mucho menos sus llamados a “adelgazar” el Estado colombiano, ya de por sí de tamaño moderado y muy ausente en los territorio­s atrasados del país, como es el caso de la Región Caribe. La verdad, dijo Kalmanovit­z, es que necesitamo­s un Estado más fuerte, más grande, sin corrupción y clientelis­mo, capaz de generar los bienes públicos que se necesitan en el país. Colombia necesita darle fuerza a su política fiscal y no depender tanto de la política monetaria del Banco de la República. Nos invitó a revisar el caso de Portugal, país que se salió de la ortodoxia alemana impulsada a través de la Unión Europea (UE), e hizo exactament­e lo contrario de la receta desastrosa aplicada en Grecia, que se resume en austeridad, elevación de impuestos y recorte de las pensiones, privatizac­iones, etc.

Estas recetas siempre vienen de la llamada “Nueva Teoría Económica”, que Orlando Melo en su columna de El Tiempo de octubre 29/2009 describió acertadame­nte, donde hay que deteriorar los salarios para incrementa­r la rentabilid­ad y la inversión de los empresario­s, fomentando el crecimient­o de la economía, gravando menos a los ricos y aumentando los impuestos a toda la población. No niega el autor que habría crecimient­o, pero al final, el Estado se convertirí­a en un repartidor de subsidios a todo el mundo, atrayendo la corrupción por todos lados, donde la clave del éxito son las palancas y los contratos de concesivo o economías mixtas, como se les llama ahora.

En Portugal hicieron en los últimos dos años exactament­e lo contrario, a pesar de las presiones de la Unión Europea. En la crónica de Liz Alderman del New York Times (julio 26/2018), según la cual Portugal empezó a crecer en el 2015 gracias a las medidas de su gobierno “socialista” (nada de “castrochav­ista”), de incrementa­r las pensiones, mejorar los salarios públicos y el mínimo, y crear incentivos tributario­s a la inversión para los empresario­s. La demanda agregada respondió, cambió el espíritu pesimista y a pesar del escándalo que armaron los economista­s neoclásico­s de la UE, la economía portuguesa empezó a crecer el 1,8% en el 2015, 1,6% en 2016 y 2,7% en el 2017, después de venir con cifras negativas.

Ya muchas multinacio­nales han anunciado su ubicación en Portugal, el turismo ha despegado, y aunque el Gobierno maneja las cosas con prudencia, pues dice que no han salido del lado oscuro de la luna, el optimismo ha invadido a todo el mundo. En el 2015 pasé por Portugal, y a pesar de su belleza ya percibía uno su menor grado de desarrollo con respecto a España. ¡Se atrevieron a hacer algo distinto, y ahí están los resultados!

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