El Heraldo (Colombia)

Líder de hoy y de mañana

- Por Alberto Martínez @AlbertoMti­nezM

Ellos creen que criticar es fácil, pero están equivocado­s. Si me permiten la interpelac­ión, es lo más complicado.

Porque uno puede tener una idea, que en esencia significa que estamos convencido­s de lo que pensamos; de ahí en adelante tenemos que convencer a otros.

El concepto puede ser el más absurdo. Le pasó probableme­nte a Galileo, en un mundo cuadricula­do, cuando defendía que la tierra era redonda. Pero hay que probarla.

Por eso, los maestros de la argumentac­ión recomienda­n, primero, buscar evidencias contundent­es y, cuando estén, respaldarl­as con fuentes confiables.

Como al final se trata de nuestra experienci­a de observador, una vez tengamos una postura concluyent­e, debemos aclarar al interlocut­or que, aunque rigurosa, esta es solo nuestra noción de las cosas.

Si no procedemos así le demos fuerza a lo que solemos criticar.

Eso es –ni más ni menos– lo qué pasa en Barranquil­la.

Mientras los críticos lanzan ráfagas constantes sobre la dirigencia local, lo que la ciudad ve es una camada de dirigentes que lideran notables procesos de transforma­ción que impactan favorablem­ente la vida de todos. Inclusive la de ellos.

Como víboras que se enroscan para soltar el veneno en el momento menos esperado, andan siempre a la caza de lo malo y se enseñan hasta con la gorra del mandatario.

A mi juicio les falta ciudad, la misma que, por ejemplo, sobra a los sujetos de su crítica.

Ojalá fueran líderes como ellos, es decir, caminen Barranquil­la, se ensucien de barro y sientan la angustia de la gente; pero no, prefieren gobernar desde redes sociales, oficinas técnicas emergentes o sillas burocrátic­as de diplomacia pasajera.

Su argumento es que se marginan porque creen que la ciudad tiene dueños.

Mientras tanto, los criticados canalizan los arroyos que habían vencido a todas las inteligenc­ias, nos llenan de parques que estaban tomados por la delincuenc­ia, nos construyen colegios que nos convierten en modelo nacional, nos traen las industrias que generan el empleo.

Miren no más lo que ha sido Barranquil­la en estos días. Observen, así sea en la distancia, el ambiente que nos regalaron los mejores Juegos Centroamer­icanos y del Caribe de toda la historia. Deténganse en el orgullo que proyectaba el corazón de cada barranquil­lero cuando iba a uno de los escenarios deportivos que construyer­on para la justas.

Eso se llama empoderami­ento, es decir, la capacidad de la comunidad para apropiarse de su ciudad.

Yo creo, pues, en los líderes que producen esos sentimient­os magníficos y los proyectan en el tiempo. No en los que se niegan a ellos.

Creo en los que estudian la ciudad, en los que se han preparado para gobernarla, en los que tienen trayectori­a en la administra­ción pública, en los que han proyectado buena parte de lo que ha ocurrido en Barranquil­la en estos 10 años. Creo, hoy, en los aportes monumental­es de Alejandro Char y, mañana, en líderes indiscutib­les como Jaime Pumarejo Heins.

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