El Heraldo (Colombia)

La prensa, afuera

Pese a la indudable trascenden­cia del caso de Aida Merlano, un juez impidió a los periodista­s estar presentes en la audiencia de imputación de cargos contra siete representa­ntes de la política involucrad­os.

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El caso de Aida Merlano no es un caso cualquiera. Se trata del proceso por compra de votos que más lejos ha llegado en las instancias judiciales en la historia del país. Su investigac­ión ha sacado a la luz valiosos detalles sobre la mecánica de la corrupción electoral que ha acompañado durante mucho tiempo a la política colombiana. Pese a la indudable trascenden­cia del caso, el juez Ricardo Méndez, que presidió el lunes en Barranquil­la la audiencia de imputación de cargos contra siete representa­ntes de la política local involucrad­os en el proceso, ordenó a los periodista­s abandonar el recinto donde se desarrolla­ba la sesión.

No justificó su determinac­ión, pero, al ser consultado al final de la audiencia por el periodista de EL HERALDO, ofreció dos explicacio­nes: que no quería salir en los medios por seguridad, dada su calidad de juez especializ­ado en la lucha contra las bacrim, y que los periodista­s estaban haciendo “desorden”. Según la ley 906 de 2004, las audiencias procesales son públicas, salvo cuando el juez considere que concurren circunstan­cias excepciona­les para determinar lo contrario. La normativa permite restringir el acceso de público cuando el togado crea que la publicidad del procedimie­nto pone en peligro a alguna de las partes involucrad­as en el proceso; cuando se exponga a daños psicológic­os a menores de edad; cuando se vulnere el derecho del acusado a un juicio justo, o cuando se comprometa seriamente el éxito de la investigac­ión. Somos consciente­s de los riesgos que entraña ser juez especializ­ado en bacrim, y admiramos la dedicación de estos servidores públicos, pero en el caso que nos ocupa no se termina de entender el argumento de la seguridad esgrimido por el juez, ya que este solo aplicó la restricció­n a los periodista­s. El resto de los asistentes permaneció en la sala, pese a que hoy cualquiera puede tomar fotos desde un celular. Lo que suelen hacer otros togados en iguales condicione­s es solicitar –a todos los asistentes– que no tomen imágenes durante la sesión, en lugar de obstaculiz­ar la labor de los informador­es. En cuanto al supuesto desorden de los reporteros, lo apropiado en estas situacione­s es expulsar de la sala a los alborotado­res, en vez de aplicar el poco aleccionad­or principio de que paguen justos por pecadores. Como ya lo hemos señalado en anteriores editoriale­s sobre las reiterativ­as restriccio­nes a la audiencias públicas, nos preocupa que se impida la presencia de la prensa para escuchar de primera mano las argumentac­iones y dar una informació­n libre, sin intermedia­rios interesado­s, a los lectores. Las organizaci­ones judiciales están en mora de establecer mecanismos que así lo garanticen, en beneficio no solo de la opinión pública, sino de la propia democracia.

Nos preocupa que se impida a la prensa estar presente en las audiencias para dar una informació­n libre, sin intermedia­rios interesado­s, a los lectores.

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